La familia Castejón Calderón ha estado llena de intelectuales y científicos o, mejor dicho, de personalidades que reunían ambas facetas. Al padre de Rosario, director de la Escuela de Veterinaria, luego facultad, director de la Real Academia durante décadas, historiador y arabista, se le recuerda como a uno de los grandes sabios de Córdoba. Su hermano mayor, Rafael, fue abogado de prestigio y aficionado a las artes, y a su otro hermano, Francisco, le tocó ser el primer rector de la Universidad cordobesa.

--¿Cómo se convive con tanto talento alrededor?

--Para mí era lo normal, una cosa natural. También lo era ver en casa a personajes ilustres, como don Emilio García Gómez, que había sido profesor mío de Arabe en la Complutense. Otra vez vino la familia de don Eduardo Hernández Pacheco, que había sido profesor de mi padre en el Instituto de Córdoba. Vino con su hijo, que también era un hombre de ciencia, y con nietos.

--Y la visita en 1948 del doctor Fleming, el inventor de la penicilina, ¿la recuerda?

--Sí que la recuerdo. Aquí guardo fotografías de aquella visita del Premio Nobel a Córdoba --dice hojeando los álbumes--. Fue una cosa muy emotiva porque gracias a su descubrimiento se habían salvado muchas vidas, y la gente sentía tanta gratitud hacia él que salía a la calle a saludarlo y hasta a besarle las manos. A mí me pareció una persona muy sencilla y humilde, como son los sabios.

--También su padre, catedrático de Enfermedades Infecciosas, fue pionero en la investigación zootécnica.

--Sí, montó un laboratorio privado en Las Margaritas, que llamó el Instituto Castejón. Con la Guerra Civil hubo mucha dificultad para que llegaran los sueros de América, y sus mismos alumnos le pidieron que hiciera sueros y vacunas para los veterinarios. Surtió a todo el Sur de España y tuvo mucho éxito.

--¿Pesa mucho llevar el apellido Castejón en Córdoba?

--No sé, puede que me haya facilitado algunas cosas, y seguro que en otras no he estado a la altura de las circunstancias. Lo que sí ha hecho este apellido es que seamos más estudiosos, porque era el ambiente que había. No solo por mi padre. Mi tío Federico había sido catedrático de Derecho Penal antes de cumplir los 20 años, sacó las oposiciones jovencísimo. Mi tío Federico y mi padre desde jóvenes habían soñado con la universidad de Córdoba, mi tío le mandaba cartas a su hermano desde Madrid informándole de las gestiones que hacía en el ministerio para sacarla adelante.

--Y quiso el destino que a su hermano le tocara el honor de encabezar la comisión gestora de la universidad.

--Sí, por eso todas esas cosas han sido tan entrañables para la familia. La Real Academia también, mi padre la dirigió y mis dos hermanos fueron académicos. Y Medina Azahara, donde tanto investigó y excavó, ha sido muy especial para todos nosotros. Yo hice mi tesis sobre lo que los historiadores árabes contaban de Medina Azahara, a veces pura fantasía.