La apertura de una puerta para que las Hermandades y Cofradías puedan acceder al Templo Mayor, la Santa Iglesia Catedral, se ha convertido en la cuestión estrella de esta Cuaresma, así como la posibilidad de un cambio en la Carrera Oficial. Es el tema de conversación en los más diversos y dispares ámbitos, que van desde las tertulias cofrades hasta el campus universitario pasando por alguna sala capitular y palacio episcopal hasta suscitar el interés de las administraciones públicas, asociaciones y partidos políticos capaces en este tiempo de no faltar a la cita del "Córdoba Cofrade" y ofrecernos las ideas más peregrinas.

No soy contrario a este tipo de iniciativas, pero creo que las Hermandades y Cofradías padecen un mal grave que no se va a curar con proyectos de este calado. El problema puede ser que, a este ritmo, en un tiempo no muy lejano, no haya nazarenos o costaleros para hacer cualquier carrera oficial como manifestación pública de la fe, no niego que puedan existir "pasacalles". En la actualidad, el mal al que me refiero lo podemos observar en la dificultad que existe a la hora de conformar juntas de gobierno o en la falta de formación y compromiso de los que al final aceptan ocupar cargos de responsabilidad o de los cofrades que colaboran en los diversos trabajos o participan de las actividades litúrgicas, formativas o lúdicas y en la poca vida o ninguna que las Hermandades tienen a lo largo del año.

El curso anterior la Delegación Diocesana, el Centro de Estudios Teológicos "Beata Victoria Díez" y la Agrupación de Hermandades hicieron un esfuerzo ímprobo en proponer a las Cofradías una herramienta que viniera a salvar esta gran debilidad en el ámbito de la formación cristiana de nuestros cofrades, desvalimiento extensible a todos los fieles en general. La respuesta fue generosa por parte de muy pocas Hermandades (35 cofrades) y escandalosamente deficiente por parte de la gran mayoría. Si esta iniciativa hubiera tenido continuidad podríamos situarnos con esperanza ante el futuro.

Pero la realidad es que dentro de nuestras hermandades, sus miembros no saben dónde están, cuáles son sus compromisos, ignoran la naturaleza de la asociación a la que pertenecen y se llega en casos extremos al hecho de que algunos no saben ni el nombre de los Titulares a los que alumbran o sostienen sobre sus hombros. Dentro de esta pobreza te encuentras con verdaderos cristianos cofrades, extraordinariamente comprometidos y convencidos de la tarea tan maravillosa que las Hermandades pueden y deben realizar en el ámbito de la evangelización, de llegar a los más alejados.

¿Quiénes son los responsables? Pues todos. Comenzando por los sacerdotes que hemos olvidado que somos pastores de todos y durante años hemos dejado a su libre albedrío a las Cofradías, como si ese modo de vivir la fe fuera como "jugar a las casitas" "mientras no molesten" las Hermandades, cuyo fin en estos años ha sido tener hermanos de cuota y buscar "pasta" a toda costa para incrementar su patrimonio, convirtiendo las estaciones de penitencia en exhibiciones y, en la peor de las ocasiones, perdiendo la libertad por una subvención. Creo que no podemos obviar que, unos por otros, la casa sin barrer. Hemos puesto el acento en lo adjetivo y hemos olvidado lo sustancial. En el mundo de las Hermandades y Cofradías tiene que darse una auténtica catarsis, debe acontecer un proceso fuerte de conversión. Revisar, evaluar, establecer objetivos, realizar un seguimiento para enderezar el rumbo. Aún estamos a tiempo; algunas Cofradías están llevando a cabo este proceso convirtiéndose en motor y guía de este nuevo comienzo.

En el curso de cofradías que más arriba mencionamos, los cofrades participantes hacían este mismo análisis y comprendían la necesidad que había de frenar esta deriva que puede poner en serio aprieto el futuro de las Hermandades. Vimos que se hacía urgente establecer unos requisitos mínimos para poder acceder a los cargos de responsabilidad de una Cofradía y, sobre todo, insistimos en la necesidad de que nadie podía ser miembro de pleno derecho sin antes haber superado un proceso de iniciación que contemplara diversos aspectos que permitieran a aquel que deseara formar parte de una Cofradía tener claro el compromiso que adquiría.

Por ello, me permito proponer a la Delegación Diocesana y a todas las Hermandades y Cofradías que pongan su mirada en otra puerta de acceso a las Cofradías y en el otro itinerario que deben seguir. Las puertas e itinerarios hoy tan en boga están bien pero considero que no es lo que debe ocupar la principal atención de las Hermandades y Cofradías.