Aunque nació y creció a la sombra del poder, Soledad Cruz Conde asegura riendo, pero categórica, que jamás se sintió "ni en el poder ni a su sombra". Al revés, añade, "la política acabó perjudicando a la familia --confiesa con cierta amargura--. La dedicación de mi hermano Antonio tanto tiempo a Córdoba afectó al negocio, esa fue la causa de que las bodegas entraran en suspensión de pagos".

--¿Nunca le atrajo a usted la política? A fin de cuentas, la lleva inyectada en la sangre.

--Pues no, al revés. Cuando nombraron a Alfonso alcalde mi madre no quería que lo fuera por nada del mundo, y recuerdo también a Lola, mi cuñada, llorando sin parar y diciéndole "¡Ay, Alfonso, pero si hasta ahora hemos sido muy felices-!". Aquello se vivió como una tragedia familiar.

--¿Tan traumáticos habían sido los mandatos de su tío y su padre?

--Tenían muy mal recuerdo de la época de la República, en la que habían sufrido una gran persecución. Así es que la familia no quería por nada del mundo que aceptara el cargo.

--Pero imagino que habría ya menos temores cuando le sucedió al frente del Ayuntamiento su hermano Antonio. Lo digo sobre todo por su esposa, doña Guadalupe, hija de un ministro, el conde de Vallellano, y acostumbrada por tanto a convivir con la política aunque fuera en su aspecto doméstico.

--La cosa estuvo más aceptada, pero no fue una decisión que llenara a la familia de alegría.

"Yo recuerdo que mi padre quería que lo dejara --interviene su hermana Carmen, aún pinturera y divertida a pesar de que cumplirá 95 años en enero--. Y Antonio le decía ´Espérate, papá, que quiero hacer no sé qué-´. Y mi padre le replicaba que en una Alcaldía siempre iba a haber cosas que hacer, pero que donde él tenía que hacerlas era en sus negocios".

--¿Cómo describiría el mandato municipal de cada uno?

--Mi padre fue alcalde y presidente de la Diputación Provincial en los años veinte. Y como alcalde llevó a cabo todo lo que había proyectado mi tío Pepe, que se fue de gobernador a Sevilla y como comisario regio de la Exposición del 29 y no tuvo tiempo de ejecutar lo que había dejado planificado. Alfonso estuvo también poco tiempo, desde 1949 al 51 en que pasó a ser gobernador civil de Cádiz, y Antonio estuvo de alcalde once años y fue el que hizo más cosas, claro, porque le dio más tiempo.

--Tantas que se dice que fue el mejor alcalde del siglo XX.

--La verdad es que trabajó mucho y con mucha ilusión, eso sí. Y hacía trabajar a los demás. Eso hace que cunda el trabajo.

--Y de carácter, ¿se parecían sus hermanos o era distintos?

--Estaban muy unidos y se complementaban uno al otro. Alfonso era quizá más impulsivo, Antonio más sereno, y a veces le empujaba Alfonso.

--¿No había celos entre ellos?

--No, nunca. Al revés, estaban unidísimos. Por deseo de mis padres, toda la familia ha estado muy unida.