Hoy es una de las obras más representativas de la arquitectura popular religiosa. El retablo ha sido restaurado por los talleres de los hermanos Valverde Luján. La devoción de los villarrenses por su patrona es secular, habiendo sido la Coronación Canónica en 1995, motivo por el que el Papa Juan Pablo II les concedió a los fieles indulgencia plenaria a perpetuidad, recogida a la entrada del templo.