El diccionario define "verbenero" como la persona "bulliciosa, de ánimo festivo" y también como el "profesional que trabaja en las diversas actividades de una verbena". Curiosamente, ambas definiciones se contradicen: no hay nada más serio que organizar una verbena. Así lo reconoce el presidente de la AV Amanecer de Fátima, Jesús Espejo, que recuerda la labor desinteresada del medio centenar de voluntarios que con toda ilusión trabajan en la verbena. "Si no es por ilusión, esto no sale adelante", dice Espejo al hablar de los diversos turnos de barra y cocina que se organizan. Y es que, en general, las 15 verbenas de este año (14, descontando la que no se celebrará en el Campo de la Verdad) movilizan a cerca de medio millar de voluntarios, a pesar de que en algunas verbenas en recintos cerrados, como la que ayer cerró el Club de Matrimonios la Unión, se cuenta con personal más o menos fijo de su servicio ordinario, equipos que, eso sí, se refuerzan para la ocasión.

Sin embargo, no solo cuenta la barra y la cocina. Ayer, Espejo recordaba lo que mueve una verbena económicamente, lo que supone para los artistas semiprofesionales o profesionales que se contratan, el negocio que genera en las inmediaciones y, sobre todo, el aspecto psicológico que supone para el barrio. Y eso que la crisis golpea hasta las verbenas con más éxito, como la citada de Electromecánicas, que por cuarto año mantuvo los mismos precios.

"Somos 300 socios. Tras la verbena hay mucha gente y cuesta mucho organizarla. A nosotros, porque nos pilló jóvenes cuando entramos en la directiva y porque todo el año tenemos el apoyo de nuestras mujeres, que si no...", ironiza Manuel Fernández, presidente del Club la Unión. Toda una lección: tras una gran verbena, seguro que hay una gran mujer.