Podría empezar con un ¡ya era hora!, pero al estar rodeado de nuevo de las viejas paredes del Teatro Góngora la nostalgia supera cualquier otro sentimiento. Vacío y con yeso, tablas y ladrillos por todas partes, al entrar lo primero que te viene a la cabeza es la última película que vimos y hasta dónde nos sentamos aquel día de hace no sé cuantos años. Toda una generación descubrirá por primera vez este teatro en pocos meses, pero muchos otros volverán a reencontrarse con un pasado lleno de buenos recuerdos y sueños de celuloide.