La Cuesta del Bailío empieza a tener mejor cara. Con una simple y parcial mano de pintura, parece otra cosa. La blancura que tenía a media mañana una pequeña parte contrastaba con la suciedad y los desconchones que luce el resto del espacio.

Rafael Sánchez es el encargado del adecentamiento del Bailío, lugar que conoce bien porque no es la primera vez que le cambia la cara. "He estado muchos años pintando esto", señala mientras describe las actuaciones realizadas. Y todo tiene su truco, no basta con hacer las cosas de cualquier manera. "Hay que raspar, saber poner la pintura para que dure otro año, y tiene que ser transpirable", matiza mientras muestra las zonas a las que se le ha dado otro revestimiento, "por lo que la pared se deteriora más".

El convento de Capuchinos es uno de los inmuebles que se verán beneficiados por el proyecto de Cultura. Una de las actuaciones previstas es el análisis de las pinturas que se vislumbran. "Lo más probable es que no haya nada", asegura Fray Juan Jesús Linares, ya que no hay constancia documental de que en el pasado se hayan realizado. El convento es del siglo XVII "y nuestra congregación preveía edificios sencillos, sin elementos decorativos", por lo que le extraña que la fachada esté decorada. La única explicación es que "en la desamortización se pintara, pero no hay testimonios".

La fachada de los Dolores está a la espera de que el Obispado, que solo posee el espacio cedido a la hermandad de los Dolores para su sede, y la fundación titular del resto decidan qué hacer. Una de las monjas de esta congregación aseguró que no sabe qué va a pasar, aunque confesó que su objetivo ahora es "recaudar fondos para Chile y Haití", e intentar salvar vidas, tarea mucho más prioritaria que "una simple pared".