Ya no hablo de lo que pensará el turista que vea Capuchinos con coches transitando y más de uno aprovechando para aparcar allí. Pero, mientras se obliga a proteger el bulevar del Gran Capitán y Jesús y María con planchas de acero para que los camiones de las obras no dañen el firme, las históricas piedras de Capuchinos van a terminar bailando por el paso de los coches dentro de un mes. No sé cuánto cuesta la obra de Torres Cabrera, que obliga a este desvío, pero reparar Capuchinos puede salir por un pico.