Los patios merecen ser patrimonio de la humanidad. Y no por ser esos recintos que pierden la intimidad para encandilar a miles de rostros. Detrás de esa estampa típica, hay vidas, costumbres y una historia que Córdoba ha hecho suya. Ayuntamiento y Junta deberán vender muy bien esa singularidad. Después de saber que la declaración de Medina Azahara queda demasiado lejos, es la única oportunidad que tiene Córdoba para volver a rozar la gloria del mundo. Suerte.