Es un abogado de prestigio conseguido a lo largo de más de cincuenta años de profesión, y es un escritor de pluma fértil y rápida, de las que se mueven a golpe de punzante inspiración. A decir verdad, Rafael Mir Jordano, asentado en esa edad dorada en que uno puede permitirse hacer y decir lo que le dé la gana, es cada vez más escritor y menos abogado.

De modo que sin pegar del todo el cerrojazo a su despacho de la plaza de San Nicolás ni renunciar a sus otras facetas de académico, investigador y hombre dado a aficiones tan dispares como la caza y la fotografía, el cine, el fútbol y los toros, este señor de pinta y humor británicos, tan serio y pulcramente comedido por fuera, tan chispeante por dentro, vive más dedicado que nunca a su juego favorito: observarlo todo con sus ojillos traviesos y después contarlo con envoltura literaria, ésa que suaviza hasta el pensamiento más ácido cuando surge revestido de acertadas palabras. Mañana, Rafael Mir presenta sus memorias en el Círculo de la Amistad y, haciendo alarde de la ironía cáustica tras la que suele escudarse, este cordobés conocedor de todo lo bueno y lo malo de su ciudad advierte que está preparado para la que se le viene encima.

--Con tan amplia producción literaria tras de sí, ¿son sus memorias una especie de guinda libresca a toda una vida o sólo un punto y seguido?

--Yo escribí mis memorias con una intensidad tremenda durante el último verano, y me dije: "Pondré punto final". Pero luego pensé que no, que esto no se podía quedar así. Y entonces escribí varios capítulos a modo de epílogo diciendo que no, que sigo vivo y que espero terminar mi tercera novela y, si puedo, hasta enamorarme otra vez.

--Las titula ´Memorias en el umbral de la desmemoria´, que suena un poco triste, ¿no cree?

--Sí, sí. Pero verás, el libro empieza con una introducción muy pequeña en la que voy con el caballo, me caigo, quedo deslumbrado y oigo una voz, como San Pablo camino de Damasco, que me pregunta por qué no aparco la novela que estoy empezando y escribo mis memorias. Yo le respondo que no soy importante para eso y la voz me contesta: "Hombre, la modestia no ha sido nunca tu característica principal, realmente has convivido en el ámbito local y nacional con personas de relieve y has vivido sucesos importantes recuerdos. Entre ellos los bustos solemnes de su abuelo y su padre, de quienes Mir Jordano heredó la vocación por la abogacía y hasta los muebles. "Lástima que no le sirvan a mi hija, que ha escogido ser magistrada --comenta--. Es tan poco pragmática como yo".