Ayer el barrio de Levante vivió un anticipo del Domingo de Ramos. A poco más de las cinco de la tarde un pequeño nazareno portando la cruz de guía irrumpía en la avenida del Veintiocho de Febrero, lugar donde se encuentra ubicada la iglesia de Santa María de Guadalupe (Padres Franciscanos).

Todo parecía de juguete, una perfecta mímesis de un cortejo de cualquier día de la Semana Mayor. No faltaba un detalle: bacalao, estandartes, incienso, mantillas, etcétera. El ingenuo cortejo avanzaba entre una gran muchedumbre que miraba expectante a cada uno de los figurantes de esta peculiar cofradía .

Los más pequeños lucieron vestidos con túnica marrón franciscana con turbante hebreo en el mismo color. Tras ellos llegó el primer paso, donde sobre un monte de clavel rojo se erguía un pequeño Cristo con la cruz a cuestas, obra del imaginero Enrique Ruiz Flores, escoltado por cuatro faroles cedidos por la hermandad de la Soledad, que junto al colegio Franciscanos y Jardylandia colaboró en la organización. Tras este primer paso, un innumerable cuerpo de menudas mantillas y hasta un ejército de diminutos romanos con casco y plumero que hicieron levantar la sonrisa a más de un espectador.

A escasos metros se vislumbraban las presidencias que acompañaban al segundo paso, donde pequeños costaleros portaban el abrazo de Cristo a San Francisco. Tras éste un estandarte mariano que precedía al tercer paso, una dolorosa con la mirada clavada en el cielo dispuesta al pie de la cruz. Esta pequeña Virgen de la Soledad fue portada por jóvenes costaleros de los cursos más avanzados sobre un coqueto paso compuesto por faroles y jarras con flor blanca que fue mecido a los sones de la banda de música Virgen de la Esperanza.