Inmigrantes para los que el desempleo supone el regreso a la clandestinidad. Padres y madres de familia preocupados por las habichuelas de sus hijos. Jóvenes con sueños rotos y sin dinero a la hora de hacer frente a sus hipotecas. Este es el perfil de las personas a las que los medios de comunicación se han encargado de poner rostro ante las últimas y alarmantes cifras de parados de nuestro país. Pero, ¿alguien ha visto entre este grupo a esos que luchan día a día por vencer las barreras físicas y mentales que les impiden estar en la misma situación de igualdad o desigualdad que el resto?

Quizás es que esta crisis que azota actualmente la población en general se ceba desde hace tiempo sobre los discapacitados, aunque por motivos diferentes. Si dramático es que en la provincia cordobesa el desempleo afecte ya a más de 33.000 personas, la situación laboral de las que tienen una minusvalía no es menos llamativa. Según un informe presentado recientemente por la Fundación Mafre, dos de cada tres discapacitados en edad activa se encuentran en paro. Solo en Córdoba, 2.835 personas figuran en la bolsa de empleo de la Federación Provincial de Minusválidos de Córdoba, organización que ha facilitado la contratación de 350 empleados (el 90% discapacitados) a través de 4 empresas propias.

Solo buenas intenciones

Antonio Hermoso, presidente de este colectivo, que agrupa a 32 asociaciones, afirma que "Fepamic no puede resolver el problema del paro, pero sí puede ayudar en la medida de sus posibilidades. Algo que es difícil cuando los datos hablan por sí solos".

Y es que desde el nacimiento de esta federación, en el 1988, "el 70 por ciento de las personas con discapacidad que están desempleadas es un dato que apenas ha experimentado variaciones", declara el que es máximo responsable de Fepamic en los últimos 14 años.

Lograr un trabajo era, es y seguirá siendo una meta para los asociados a esta entidad cordobesa. "Cuando un colectivo es marginal, la sociedad no tiene conocimiento de su problemática. Lo único que hay son encuestas. También existen muchas declaraciones de intenciones, y muy buenas, pero muy pocos hechos". Antonio no dice esto sin saber de lo que está hablando. El mismo ha podido experimentar la sin razón de algunos y ha podido vivir en carne propia que la discapacidad no es tarea fácil. Una poliomielitis lo obliga a vivir en una silla de ruedas. "Es duro que un gerente de una empresa de autobuses se oponga a la adaptación del transporte público para discapacitados certificando, a través incluso de un informe técnico, que esta medida supone un perjuicio y una acumulación de retrasos para el resto de usuarios".

Sin embargo, estos obstáculos que "nos hemos ido encontrando por el camino y que hemos logrado superar", continúa Hermoso, "nos animan a tener fuerzas para el gran camino que aún nos queda por recorrer". Hace tres años, Inma Reyes se convirtió en la logopeda de la unidad de día. Sus problemas de visión eran también problemas para encontrar trabajo. "Entonces tuve conocimiento de Fepamic, eché mi currículum en la bolsa, hice un curso de formación para el tratamiento del lenguaje y mi perfil se ajustó a su demanda". El testimonio de Reyes es un ejemplo de cómo no caer en un sentimiento de inferioridad. La inserción laboral y la formación continua de los discapacitados son esos otras medidas anticrisis.