Las joyas falsas eran introducidas en España y posteriormente distribuidas tanto en joyerías como en páginas webs, a través del cordobés José David A. G., que las importaba desde Tailandia hasta Córdoba por transporte aéreo y, posteriormente, se las entregaba a otros distribuidores. Estos últimos, según afirman los investigadores policiales, las repartían a mayoristas en varias regiones españolas. Por último, estos mayoristas las comercializaban en joyerías y establecimientos minoristas o las vendían a través de internet.