Acompañado por su hija de diez años, Oscar Roberto Pérez recorrió un día la distancia que separa el centro de Córdoba del Polígono de La Torrecilla para llegar a pie hasta este periódico en busca de un altavoz desde el que gritar al mundo su desesperación. Víctima de la angustia, deseaba poner cara a una historia relatada días antes por carta y demostrar la veracidad de su drama, el de un padre coraje atrapado en un país extranjero en una carrera contrarreloj. Uruguayo de 56 años, pasó la mayor parte de su vida en Argentina, donde conoció a su mujer.

Veinte años más joven que él, la mala fortuna se la llevó de su lado con tan solo 24 años, fruto de un repentino aneurisma cerebral que la fulminó entre sus brazos, dejándolo de un día para otro sin esposa y con dos hijos pequeños, uno de dos años y la otra de tres meses. Aquello ocurrió hace casi diez años. Oscar Roberto alternaba entonces su trabajo como taxista con jornadas como camarero para sacar a los suyos adelante. Tras la tragedia, no le quedó más remedio que hacer turnos consigo mismo para, prácticamente sin ayuda familiar, luchar con uñas y dientes por sus hijos, haciendo las veces de "papá y mamá", explica sentado en la plaza de San José de Puente Genil. En aquella época de mil y una peripecias para cuidar a sus pequeños, no podía imaginar que el destino aún le jugaría peores pasadas. Hace dos años y medio, el único hermano de Oscar le animó a emigrar a España ante las dificultades económicas que atravesaba Argentina. "Vendí mi taxi y me vine con mis hijos acá".

Cuando solicitó el permiso de trabajo, se enteró de que la ley que amparaba a los sudamericanos en España, a la cual se había acogido su hermano tiempo atrás, "hacía veinte días que había sido declarada en suspenso". Empezó entonces una odisea que para él ya se alarga demasiado. "Desde que llegué a España, soy un inmigrante irregular cuya situación pasaría a normalizarse a efectos laborales después de tres años de estancia en España". Lo que no explica la ley es cómo hace un inmigrante para subsistir esos tres años. Mientras el hermano de Oscar vivió en Vélez (Málaga), compartió piso con él y trabajó sin papeles en chiringuitos de playa "hasta 16 horas por 20 euros". El momento crítico llegó el día en que su hermano le anuncia su intención de casarse con una mujer alemana y trasladarse con ella a su país. "Cada uno ha de buscar su felicidad y es lógico que mi hermano siguiera su camino", comenta sereno.

Al mes siguiente de su marcha, el dueño del piso que alquilaban juntos le anunció "amablemente", que sin una nómina no podía renovarle el contrato. Inició entonces un peregrinaje que ha acabado en el centro de acogida que Cruz Roja tiene en Puente Genil. "Dormí con mis hijos dos noches en una plaza de Málaga hasta que un periodista me preguntó qué me pasaba y publicó mi historia en el diario".

A la semana siguiente y tras cuatro días en una pensión, Málaga Acoge le informó de que había un sitio en este centro cordobés donde comer, dormir y escolarizar a los chicos durante seis meses.

"Este no es lugar para unos niños"

El plazo acaba dentro de veinte días, transcurridos los cuales deberán abandonar su plaza o, en el mejor de los casos, optar a la repatriación. "Estamos muy agradecidos a Cruz Roja, pero éste no es lugar para unos niños, al fin y al cabo, esto es algo así como un invernadero de almas". A escasos seis meses de cumplir los tres años que le darían derecho al permiso de trabajo, pero sin expectativas de conseguir un empleo, Oscar Roberto tiene claro que su objetivo no puede ser otro que volver a Argentina. "He intentado ofrecerles un hogar a mis hijos acá, pero ahora mi carrera es contra el tiempo. Tengo 56 años y aunque poseo más fuerza de espíritu que otros más jóvenes, no puedo esperar otro año más, no tengo el futuro en mis manos para ofrecérselo a mis hijos". Por este motivo, vive en un estado de angustia constante. "En Argentina, me sirve el carnet de conducir profesional y conservo ex jefes y amigos que podrían abrirme alguna puerta, aquí no tengo salidas", confiesa a la vez que insiste en que no quiere caridad, "lo que yo necesito es un trabajo y dignidad".