El 29 de mayo del 2002, mientras en el recinto de El Arenal se vivía la fiesta grande de la Salud de Córdoba, Marisa Domingo despertaba temprano con los primeros dolores de parto. Embarazada ya de nueve meses, se apresuró en llegar al hospital Reina Sofía, donde inmediatamente fue monitorizada para saber el estado de la niña que venía de camino. "Todas las ecografías realizadas hasta ese momento decían que mi hija estaba bien". Sola en una sala, Marisa vivió, sin saberlo, el momento en que Marta sufría una parada cardiaca. "Según los informes, estuvo 45 minutos en ese estado sin que nadie se diera cuenta".

Cuando, finalmente, los médicos se dieron cuenta de que algo iba mal, todo el proceso se aceleró. "Me metieron en el quirófano para hacerme una cesárea de urgencia, mientras, a mi marido, le decían que la niña no salía porque tenía un shock multiorgánico". Presa del pánico por la rapidez de los acontecimientos, Marisa, que no llegó a ser anestesiada del todo durante la intervención, recuerda una frase que alguien pronunció ante sus constantes preguntas. "Todos los niños lloran cuando nacen y la tuya no ha llorado". El caso aún sigue en los tribunales, pendiente de sentencia.

Contra todo pronóstico y tras un mes en la UCI, Marta salvó la vida, aquejada por una grave parálisis cerebral y dependiente de un adulto en casi todas sus funciones vitales. "Yo trabajaba en el taller de joyería familiar, pero tuve que dejarlo todo para dedicarme 24 horas al día de mi hija", explica. "Durante el primer año, lloraba constantemente, según los médicos porque el sufrimiento fetal fue tan grande que tiene que pasar mucho tiempo hasta que son capaces de recuperar la tranquilidad".

La vida de Marisa cambió por completo. "Me necesita para comer, para dormir, para hacer sus ejercicios durante más de diez horas diarias, para todo". Cuando la situación se estabilizó, la niña empezó a acudir al colegio María Montessori, especializado en este tipo de patologías. "Si está bien y no le duele nada, Marta es muy buena. En el colegio le hacen rehabilitación y estimulación y pasa la mañana en el centro". Sin embargo, la pequeña ha debido afrontar ya varias crisis. "El riesgo de infecciones respiratorias es el más grave en estos niños y, de pequeña, pasó una bronquitis muy fuerte, pero lo peor pasó el año pasado, cuando tuvo un shock séptico". Según Marisa, se trata de una infección de la sangre que se camufla con un apendicitis y que acabó perforando el intestino de Marta hasta tener que recurrir a la colostomía. "Eso ocurrió el 15 de diciembre del 2006 y el 15 de diciembre de este año volvió a ingresar con neumonía".

Retirada del mundo laboral, consigue repartir a duras penas con su marido las necesidades de la niña y compaginar su vida personal con el cuidado de la pequeña. "Él es comercial y viaja mucho, así que yo soy la que está al cargo a diario" porque, entre otras cosas, "no se puede quedar con cualquier persona, tiene que estar con alguien que sepa atenderla".

"El primer año solo vivía para ella"

A pesar de la situación, Marisa es un ejemplo de coraje y entereza, una fuerza que la ha hecho capaz de sacar adelante a su hija sin caer en la depresión. "El primer año casi no lo recuerdo, solo vivía para ella". Aún así, "no he necesitado ir al psicólogo, tampoco me he puesto enferma, simplemente porque no me lo puedo permitir, si yo me hundo, ¿qué pasa con mi hija?", comenta, mientras le hace carantoñas a Marta, que a sus cinco años ya pesa 39 kilos. "Tengo la espalda reventada, está muy grande aunque no come demasiado bien y me cuesta la misma vida moverla", explica.

Aunque ha solicitado la ayuda de dependencia, no tiene demasiada fe en que su aplicación dé más calidad de vida a su familia. "Me han dado el 95% de dependencia, pero hay muchas cosas que no están cubiertas. Ahora mismo, yo necesitaría un elevador, por ejemplo para subir a la niña al coche que vale unos 7.000 euros, de los cuales subvencionan unos 700". Según su testimonio, "salir de casa es una odisea". Cuando llueve, ni se lo plantea. Vive en la Ribera y "esta zona no está preparada, hay demasiadas barreras arquitectónicas, escaleras que bajar y mejor no sigo".