Hace casi medio siglo, alguien robó un puñal de plata a una Virgen Dolorosa de Córdoba. A los pocos días apareció el puñal, tirado en el cancel de la iglesia y retorcido como si un escrúpulo de conciencia hubiera atormentado al autor del hecho hasta hacerle devolver su botín. Ayer unos desconocidos --ojalá sean realmente unos desconocidos-- asaltaron de madrugada la sede de la hermandad del Remedio de Animas y se llevaron las piezas de oro y dinero en efectivo. Es curioso: la plata la pisotearon, pero abultaba mucho y para ellos debía de valer muy poco. Se ve que hasta en la cualificación profesional de los ladrones hemos ¿avanzado?