"Tengo que irme a trabajar, ¿qué hago con el niño?". Esa es la pregunta del millón que cada día se hacen miles de hombres y mujeres antes de salir corriendo y que, en muchos casos, viene seguida de la consabida llamada de teléfono al familiar más accesible, normalmente, los abuelos de las criaturas. Y es que la incorporación de la mujer al mundo laboral ha cambiado, inevitablemente, las normas que antaño regían el orden de una casa cualquiera, otorgando a los mayores de la familia un papel protagonista en la vida diaria de cualquier menor. No en vano, el 15% de los cuidadores habituales de niños menores de tres años son familiares que no perciben remuneración, según datos del Instituto Nacional de Estadística, la mayoría, abuelos.

"Yo lo hago con mucho gusto", comenta Marisol, "cada día recojo a mi nieta de 14 meses y, desde hace 20 días al pequeño recién nacido para pasearlos y así hago un favor a mi hijo y a mi nuera". Tiene otros dos hijos, pero de momento, no tienen descendencia, así que no hay que repartir la atención entre más nietos. "No sé cómo serán cuando crezcan, pero de momento, los dos son muy buenos y no me dan la lata, ni siquiera el pequeñín, que es un santo", asegura Marisol, encantada de su responsabilidad como canguro accidental de los chicos.

El Bulevar Gran Capitán es un lugar especialmente transitado entre semana por abuelos y abuelas que sacan a pasear a sus nietos. Ana María y María Josefa se encuentran cada día con sus pequeños vástagos. "He sido maestra, me jubilé hace un año y ahora ellos me sirven de distracción", asegura Ana María, que prefiere no salir en la foto. "Además, me quito la espinita por el tiempo que no pude pasar con mis hijos porque estaba todo el día trabajando", explica mientras a su lado, María Josefa relata su historia. "Yo he sido tata de mis cinco sobrinos durante 54 años y ahora que estoy jubilada me encargo de los nietos porque tengo que reconocer que a mí los niños me dan mucha vida", comenta, "aunque ahora están peor educados que antes y hay que estar con siete ojos encima para que no la líen".

La puerta de cualquier colegio es otro hervidero habitual de abuelos entregados a su función de supernanny . Rafael está prejubilado y se pasa el día con su nieto José Ramón, que afirma pasarlo muy bien con el abuelo. "Estamos todo el día juntos", explica. "Lo traigo, lo recojo y come en casa con nosotros porque mi hija trabaja", dice Rafael, para quien esta tarea es "una obligación que me impuse al retirarme para no volverme perezoso. Desde entonces, me encargo de la casa, de mi nieto, hago la comida y mi mujer, que todavía trabaja, está que no se lo cree".

Por contraste, Antonia, que tiene dos nietos a su cargo, uno de 4 años y otro de 7, dice divertirse con los chicos, "aunque también me canso y estoy deseando que me dejen un ratito para descansar", confiesa entre risas. Encarnación, que la oye, aprovecha para apostillar que "cuando acaban las vacaciones me pongo tan triste como ellos porque a mí también me toca volver a trabajar", bromea. "A ver, ¿qué se le va a hacer?, está la cosa muy mala y hay que echar una mano para que paguen la hipoteca...".