José García nació en la Rambla hace 61 años. "Yo era el segundo de seis hermanos. Empecé a trabajar con doce años en el campo y casi no fui al colegio, así que ahora soy analfabeto".

Cuando tenía 16 años, se fue a Madrid. Su sueño era ser torero. "Mi nombre artístico como novillero era José García El coloso de Córdoba. Estuve un tiempo con Sebastián Palomo Linares y con Paco Ojeda. Pasábamos mucha hambre. A veces, comíamos dos veces a la semana. Nos escondíamos para tirarnos a la plaza cuando había ocasión, para que te vieran".

No le tenía miedo a la muerte. "Nunca tomé la alternativa, pero era muy tremendista en la plaza, me jugaba la vida para que vieran que tenía valor y todavía tengo cicatrices de aquella época. Esto que ves aquí (se señala la cara) no son arrugas, son cicatrices".

Con 20 años se fue a hacer la Mili. "Estuve en Valencia, en Transmisiones. No me fue mal. Cuando salí, seguí buscando mi sueño. Toreé en Zaragoza, en Tarragona, en Valencia, en Salamanca... Ahora hay escuelas taurinas y eso, pero entonces, de novillero, no te pagaban ni un duro. Te alquilaban el traje de luces, te daban un bocadillo y listo".

En Zaragoza, conoció a la que sería su mujer. "Era la hija de un mayoral. Me la presentó su padre y una tarde que vino a verme le brindé un toro". Después de cuatro meses, se casaron en Córdoba, en la iglesia de Electromecánicas. Año 1969. "Durante un par de años, seguí intentando ser torero, pero enseguida nacieron mis hijas, yo trabajaba para mantener a mi familia en una fábrica y, en fin, que lo dejé".

Vivían en una casita portátil hasta que le dieron un piso "de compra" en Las Palmeras. "A mi mujer no le gustaba Córdoba y yo le decía que mi vida estaba aquí". Un día, su mujer se fue con los tres hijos de ambos. Año 1981. "Aquello fue muy duro. Me dio una depresión y devolví el piso a cambio de otra portátil porque no era capaz de entrar, acostumbrado a ver a mis niños. Me quedé sin ilusión".

Cuando quitaron las portátiles le adjudicaron un piso de alquiler en Las Moreras.--De aquello hace más de veinte años. Desde entonces, he trabajado en el campo, en cerámica, montando teléfonos, en la construcción y también como jardinero.

Desde hace unos años, pasa temporadas (no más de 40 días seguidos) trabajando en Barcelona, desde donde aprovecha para ir a visitar a sus hijos.--Mientras, me han estado llegando cartas por impago del alquiler. Yo no sé leer y cuando preguntaba me decían que no me preocupara, que no pasaba nada.

Los avisos se repitieron hasta que el expediente de desahucio acabó por llegar al juzgado y una sentencia ordenó que le quitaran la vivienda. "Yo estaba en Barcelona. Mi hermana me llamó y me dijo que mis muebles estaban en la calle".

Dos días antes de finalizar su contrato, volvió a Córdoba y se encontró sus cosas en una nave de Las Quemadas. "Todo estaba lleno de barro. Mi lavadora, mis muebles, mi ropa... Cogí unas cuantas mudas y firmé que podían tirar el resto. ¿Qué iba a hacer con mis cosas y sin un piso?"

Desde el 20 de junio, vive en la Casa de Acogida Campo Madre de Dios, pero no consigue acostumbrarse a la situación.--Mis hermanos me han dicho que podía quedarme un tiempo en casa de uno, luego en casa de otro, pero yo no quiero estar así.

Sus hijos le ofrecen sitio para ir de visita. Su ex mujer está casada en segundas nupcias. "Ellos no viven mal, pero... Yo qué sé. Me he llevado toda la vida trabajando porque yo soy feliz cuando estoy trabajando, y ahora que me quedan cuatro años para jubilarme me encuentro en la calle. Me han quitado otra vez la ilusión".