Había expectación en el Gran teatro ante el pregón de Semana Santa que ayer pronunció Ignacio Sierra, cofrade cordobés de nacimiento (Oración en el Huerto, Vera Cruz) y párroco de la Asunción de Castro del Río. Y no decepcionó, pese a que hizo un pregón poco convencional: quizá el equilibrio entre estas dos condiciones --sacerdotal y cofradiera-- fue la característica más importante de su mensaje, salpicado tanto de citas del breviario como de letras de saetas cordobesas.

Fue un pregón de la Semana Santa tal y como él la siente y la vive, más que un floreado pregón--catálogo al uso donde cofradías se citan en fila india; de hecho, no todas las hermandades que hacen estación fueron expresamente mencionadas, y nadie se sorprendió (los cofrades van siendo mayores de edad) al ver que el pregonero se volcaba de forma especial con aquellas a las que está vinculado: la Oración en el Huerto, la Vera Cruz y la Sagrada Cena.

Cruz Guiona

Presidía como siempre la Cruz Guiona un escenario sobriamente revestido de liturgia. El auditorio, desde el patio de butacas, los palcos y plateas, completaba en oscurecido silencio la comunicación que el pregonero iba desgranando. Puso la ambientación musical al inicio la banda Cristo del Amor, y en su breve y cariñosa presentación, monseñor Moreno Gutiérrez dijo que Ignacio "tiene suficiente personalidad como para dejar huella pastoral y alegría en los ambientes parroquiales que cultiva".

Las vivencias y recuerdos personales impregnaron su pregón, durante el que, en ocasiones, se digirió a su sobrino Rafael, un niño de dos años: "Querido niño, el domingo que viene contemplarás en tu Córdoba la transformación operada por obra y gracia de esa divina providencia que ha hecho cristianos y barrocos a los andaluces". Avanzando en su pregón, ponderó la necesidad de fortalecer los vínculos entre la liturgia de la Semana Santa y la estación de penitencia en la calle junto al sentido espiritual y caritativo de las hermandades: "La primera verdadera estación de penitencia la realizó San Alvaro de Córdoba al cargar sobre sus hombros a aquel pobre moribundo. El pobre es Cristo".

El pregón dedicó su comienzo y su final a manifestar la intensa devoción mariana del orador, que al principio explicó el simbolismo del traje de hebrea con que algunas cofradías visten a sus imágenes de la Virgen: "María es de los nuestros, la mejor de los nuestros, pero de los nuestros". Más intensa y al mismo tiempo más íntima fue, al final de su pregón, la expresión desbordada de su amor a María, jalonada en un repaso de la vida de la Virgen sazonado a modo de estribillo por la reiteración frecuente de la palabra latina Stabat , un vocablo que abre el conocido himno litúrgico y que tiene una contundencia semántica de la que carece su traducción literal. Tan mariano fue su pregón, que Ignacio Sierra, antes del consabido "He dicho", quiso cerrarlo con el rezo de un avemaría.

Homenaje

El pregón se cerró con los himnos de Andalucía y España, y a continuación más de 250 personas participaron en la cena homenaje al pregonero y al cofrade ejemplar, nombramiento este último que fue otorgado, según se informó en su momento, a Andrés Valverde Luján, cofrade de Jesús Nazareno y miembro de una importante dinastía cordobesa de artistas de la Semana Santa.