El presidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba, Luis Carreto, presentó ayer en sociedad su nuevo libro, el séptimo, titulado Siente a Aristóteles en su consejo . Solo por el cargo que ocupa el autor, al frente de los empresarios, cualquiera diría que acabo de equivocarme de libro o de escritor. Sin embargo, no es así. Carreto es la prueba evidente, según los que han leído sus obras, de que ser medianamente humanista o filósofo y aficionado a los números a gran escala es perfectamente compatible. Esa es la idea que el jefe de CECO ha querido plasmar en su séptimo fruto literario, en el que aplica el criterio de funcionalidad nada más y nada menos que a virtudes capitales como la humildad, la paciencia o la diligencia. Durante la presentación del libro, bastó con tres maestros de ceremonias: Manuel Pimentel, presidente del grupo Almuzara y editor del libro; Luis Miguel Martín Rubio, director general de la Fundación Sánchez--Ramade y amigo del empresario y la alcaldesa Rosa Aguilar. Entre elogios y alabanzas, unos y otra realizaron una semblanza generosa del hombre y un resumen minucioso de su obra. Mientras el primero subrayó la "pasión de Luis por la gestión empresarial y la filosofía", el segundo se detuvo en los hábitos del autor ("mientras la ciudad duerme, él encuentra la inspiración porque produce entre sueño y vigilia"), en recuerdos comunes de ambos, "cordobeses nacidos en Sevilla", y apostó por los valores que Carreto defiende, "la creatividad y la tenacidad" como claves del éxito. Puestos a filosofar, a jugar con las palabras y a releer las páginas del libro en cuestión, la alcaldesa no quiso ser menos y se recreó en la capacidad del empresario para "avanzar mediante el diálogo, apostar por el equipo y multiplicar esfuerzos". Llegados a este punto, el propio Carreto tomó la palabra para nombrar a su familia, a sus amigos y para, entre otras cosas, recordar a los cordobeses de nacimiento que "aquéllos que quieren cambiar esta ciudad hacen muy mal porque Córdoba es como es y además está muy bien". Después leyó un texto que nunca llegó a publicarse, cuya última frase decía algo así como "si haces tu trabajo con amor en el corazón siempre podrás crear algo bello". Acto seguido, la ceremonia concluyó.

Empezó entonces la venta de libros y el turno de abrazos, felicitaciones y autógrafos, ese momentazo en el que los que quieren salir en la foto afilan sus sonrisas y se pelean por llamar la atención y los que solo fueron para acompañar al escritor lo saludan y se van por donde vinieron. Para que se hagan una idea de algunas personalidades que pasaron por el salón de mosaicos del Alcázar, permítanme escribir en voz alta algunos nombres. Me abstendré esta vez de definir la actitud de cada cual. Lo que sí diré es que la representación sectorial fue de lo más completa. Entre otros, me crucé con el rector de la UCO, Roldán Nogueras, y con su antecesor, Eugenio Domínguez; me sorprendió la presencia del secretario provincial de CCOO Rafael Rodríguez con el que el protagonista se deshizo en elogios (nunca se vio tal amistad entre un empresario y un sindicalista), acudieron gente de la cultura como Julia Hidalgo, representantes del sector empresarial femenino como María Pino y María Dolores Jiménez. Divisé, de lejos, al director del Instituto de Estudios Avanzados de Andalucía, Manuel Pérez Yruela, al representante de los taxistas José Joaquín Cuadra, a ilustres militares, notarios, empresarios, constructores y libreros. Lo más granado de la sociedad cordobesa. También vi a políticos. No crean que me olvido de ellos. En estos actos, los hay por todos lados. Ayer no había demasiados, pero de todos los colores. No haré recuento para no aburrirles. Si tuviera espacio, preferiría contarles un chisme que escuché de reojo entre los invitados. Lástima que se me acabe el espacio. Lo dejo para otro día.