A las dos de la tarde de ayer las calles de Santa Marina y San Agustín estaban tranquilas. Grupos de niños acompañados por sus madres regresaban del colegio por su itinerario habitual. Sin embargo, algo cambiaba el paisaje y lo llenaba de color, al tiempo que daba a los escolares motivo de conversación.

Toldos a rayas verdes y mostradores metálicos llenos de cajas de cartón, cables y preparativos diversos ocupan las plazas. A su alrededor un trasiego de personas hace pensar que se prepara algo importante.

Junto al monumento a Manolete, en un banco, Lázaro Mata y otro compañero de la hermandad del Resucitado cortan los rabos a los claveles que darán colorido a la cruz que acompañará por unos días al cuarto califa del toreo. "Este año son verdes y blancos, porque queremos darle un aire andaluz y hacerla distinta".

Mientras, otros de sus companeros colocan las macetas que servirán de ornamento floral a la cruz. Todo debe estar preparado para que sobre las nueve de la noche empiece a sonar la música y a servirse las primeras cervezas. Porque las cruces son esperadas en Córdoba como agua de mayo (que es el mes en el que se deberían celebrar y que les da nombre, aunque en esta ocasión empiece la fiesta en abril).

Muy cerca de allí, hacen lo propio los hermanos de la Expiración de San Pablo y los de la Soledad. En este caso, Rafael Sendra explica que cumplen quince años montando la cruz en el mismo sitio, la plaza de Las Lagunillas. Allí, también con Manolete como testigo, se ha cambiado completamente la fisonomía a la plazuela para dotarla de un frontal afarolado que iluminará la cruz, cuyos claveles empezaron a colocarse al iniciarse la tarde. Y es que ante las sorpresas que este año está dando la climatología pocos se atrevieron a terminar la ornamentación floral con antelación.

En este aspecto le llevan ventaja en la Cuesta del Bailío los hermanos de la Paz, donde mientras unos colocan las macetas de gitanillas, geranios y petunias en la fachada del templo, otros dos compañeros insertan minuciosamente los claveles en el efímero monumento, protegidos del inclemente sol bajo sendos sombreros de paja.

A las tres de la tarde todos se apresuran. Son pocas las horas que quedan para que los cordobeses se echen a calle buscando la fiesta, la celebración del mayo cordobés que, como bien suele decir Marcelino Ferrero, "empieza en abril y acaba en junio". En la Malmuerta tenían terminada la cruz para esta hora. Los 2.400 claveles rojos colocados, las 200 macetas en su sitio, el grifo de la cerveza listo, el vino fresco y el personal de la hermandad anfitriona, la del Calvario, nervioso en su segundo año de experiencia crucera .

"Nosotros estamos preparados. Llevamos dos meses trabajando en esto y tenemos ilusión en que salga bien", dice Juan Carlos Soler. Sobre todo porque los beneficios se aportan a Proyecto Hombre. Por eso, al hablar de las provisiones, se muestra ilusionado en "que se venda todo".