Conocido como el único centro capaz de lograr lo que no todos consiguen: la rehabilitación del enfermo alcohólico que llega de cualquier punto del país tras haber sido víctima de numerosas recaídas y por acoger a personas que acabaron en la mendicidad porque el alcohol les llevó a un mundo sin dinero, sin cariño y sin sentido, Hogar Renacer se ha ganado el respeto y la admiración de los cordobeses por la importante contribución realizada en sus 17 años de existencia. Paradojas de la vida, su sede se asienta en los Olivos Borrachos, en unos terrenos cedidos gratuitamente por la Iglesia, que actúa como patronato--fundación mientras se sigan desarrollando las funciones para las que nació. El alcohol es el enemigo que se combate en la dura batalla que se vive tras sus puertas.

Pedro Muñoz Gómez, fundador de Hogar Renacer y director médico del centro, recuerda aquellos inicios en los que en la casa parroquial existente en ese edificio se habilitaron varias consultas y habitaciones, un comedor y una cocina para empezar a acoger a los indigentes que estaban en los semáforos y para que pudiesen "morir bien los que vivían mal". Su logotipo es fiel reflejo de la labor desinteresada realizada aquí. Un símbolo del samaritano, alguien desnudo que carga con otra persona aún más desnuda. "Fundamentalmente se ha tratado desde el primer momento de atender a alcohólicos marginales de todo tipo", expone Muñoz. Incluso la Policía Local lleva hasta allí a los alcohólicos en la indigencia que encuentra. En este régimen hay actualmente 52 personas acogidas "comiendo y durmiendo en la que es su casa", precisa Pedro Muñoz. Por eso, vienen de todas las ciudades, ya que, al menos 50 son mayores y en las residencias de ancianos, con estas enfermedades "no los acogen". "Nuestra filosofía es atender al que llega, sin carnet de identidad", indica este médico, ya que "nuestra norma es no rechazar a nadie, tenga o no recursos". Su fundador rememora el local con el que se comenzó la rehabilitación, que en sus inicios estaba semiderruido. Primero, habla de 1987, vinieron tres o cuatro alcohólicos y progresivamente llegaron a contabilizarse casi 40. "Pedro Muñoz atendía a enfermos en la Seguridad Social por la mañana y decidió abandonar su consulta privada. Yo venía por la tarde y después, cuando nos jubilamos nos volcamos con esta iniciativa, buscando recursos entre nuestras amistades", comenta Alfonso Rodríguez López, gerente del centro. Ante la necesidad, llegó el momento de plantearse una primera ampliación de las instalaciones en el espacio que ocupaba un antiguo cine anexo, actuación que pudo forjarse, en parte, a una cesión muy generosa.

"El colegio Cervantes anunció que iba a venir a hacernos una visita para efectuar un donativo, que nunca pudimos imaginar que era de un millón de pesetas de aquella época", señala Pedro Muñoz. "En un estercolero que había se pensó hacer un comedor, sala de juegos y lectura, más lavandería", añade.

A los dos años, surge de nuevo la necesidad de espacio, unas obras mucho más complejas que no acaban hasta 1994 y que supusieron una inversión más que millonaria, financiada gracias a Cajasur y a la contribución de numerosos particulares que se hicieron colaboradores e hicieron una aportación periódica durante dos años. Donde antes había huertos y se criaban animales se levantaron progresivamente nuevas dependencias. Ahora, el proyecto más inminente es hacer crecer de nuevo estas instalaciones y dedicar el edificio que acogía antes la cabina del cine de verano existente en estos terrenos a una sección de enfermos graves o terminales en la planta superior, con sus unidades médicas especiales y cinco habitaciones individuales, y la planta baja, a actividades ocupacionales. En la actualidad, no se proyectan películas en estas dependencias, pero sí funciona un taller de tapicería, en el que se hacen trabajos para la calle, "a buenos precios". Pedro Muñoz afirma que llegó un día que "nos dimos cuenta que había más enfermos que dinero para atenderlos. Teniendo en cuenta que disponíamos de un equipo técnico muy profesional que se encargaba de abordar el problema del alcoholismo pensamos que se podía cobrar una tarifa a los enfermos que pudiesen pagar". En esta sección de Hogar Renacer, cuyo proyecto fue elaborado por un arquitecto sin cobrar sus honorarios, se dispone de 24 habitaciones dedicadas a estos pacientes con posibilidad de pagar su estancia "a un precio no abusivo".

Inspiración cristiana

En la sala de terapia llama la atención, por la inspiración cristiana de Hogar Renacer, una Santa Cena muy especial, obra de Juan Martínez Zívico, en la que los apóstoles tienen la cara de enfermos de la época en la que fue realizado el cuadro. Además, alrededor de un crucifijo están impresos los nombres de todas las personas que han fallecido a lo largo de estos años, en un emotivo recuerdo a los hermanos de esta gran familia . La muerte no asusta porque es una consecuencia más de la enfermedad del alcohol. Las defunciones más habituales que se registran son por cáncer (laringe, hígado o pulmón, este último muy relacionado a la unión bebida y tabaco). Un día a la semana viene un sacerdote y visita a los enfermos. "Al principio, estaba solo, pero después, como soy creyente, el Señor me ha ido poniendo a las personas oportunas en el lugar adecuado", dice Muñoz.

En sus inicios, Hogar Renacer contaba con ayuda de médicos y psicólogos que venían por nada y ahora es una empresa sin ánimo de lucro, en la que trabajan 33 personas, y a la que le resulta difícil cuadrar cuentas y evitar el déficit. Además de la ayuda de la Obra Social y Cultural de Cajasur, Hogar Renacer necesita de la colaboración económica de sus socios y del concierto ambulatorio que tiene con la Junta para poder salir adelante. Ni el Ayuntamiento, en ninguna de sus etapas, ni Diputación les han prestado por ahora ayuda.

La mayoría de los acogidos están desvinculados totalmente de su familia. "Algunos enfermos se sienten aquí como en su casa porque sus familiares no quieren saber nada de ellos", aduce el gerente. Aquí pueden colaborar en el cuidado del jardín, la limpieza de sus zonas, trabajar en la lavandería y ayudar en la cocina. El psicólogo les reparte el trabajo por semanas. Además, un día a la semana viene un voluntario de la Escuela de Arte para formarles en alguna de estas técnicas.