Cuando el horror tomaba Madrid sin piedad el 11-M, seis empleados del Centro de Mercancías de Renfe en El Higuerón (Córdoba) daban el sí para participar en la liberación de los trenes afectados. La idea se gestó en muy corto espacio de tiempo en la mente de un jefe en Sevilla y ellos la acogieron de forma voluntaria.

Adscritos a la brigada de gran intervención y a la de socorro, están capacitados para actuar en averías en línea y retirar materiales de las vías en casos de siniestro. Pero, aun así, la dureza de la misión en el lugar en el que se personificó la destrucción y la crudeza de las estampas vistas serán imborrables. Un fuerte olor a carne quemada, la sangre sobre los andenes y los objetos personales de las víctimas se han mudado a sus memorias. El 11-M habita en sus cabezas, les ha dejado dificultades para conciliar el sueño y comer.

Rapidez

Angel Martínez --como jefe de equipo--, Alfonso Pérez Lillo, Francisco Blanco, Ignacio Reyes, Pedro José García y Rafael León partieron en un camión bivial a las 13.00 horas. Este vehículo, capaz de circular en vías de ferrocarril y por carretera, se adaptó para el asfalto y les dejó en Madrid a las 19.30 horas del jueves.

El gesto, repetido también por profesionales de Zaragoza, fue eternamente agradecido por el personal de Madrid, exhausto a esas horas de la tragedia. La brigada de gran intervención de Madrid actuaba en Atocha, había cuatro focos abiertos y les asignaron la calle Téllez. Estos seis cordobeses empeñaron sus fuerzas durante la noche y parte del día siguiente en acondicionar el tren para retirarlo de la vía.

Aunque se mentalizaron por el camino, conforme escuchaban las noticias de la radio, "fue duro porque había bocadillos, ropa, zapatos, pedacitos de carne o tripas", relata Alfonso Pérez Lillo para CORDOBA. Francisco Blanco, encargado de cortar los hierros con fuego, recuerda que intervinieron en el tren cuya explosión dejó más desaparecidos.

No habló con familiares ni víctimas, pero "la impresión fue sin igual. A eso de las 00.00 horas, me subí en el techo y vi un espacio dantesco, el caos. Había muchísimas personas y un silencio sepulcral. Sólo se oía un grito de desesperanza, a lo sumo". La estructura del tren no era tal, tuvo que apartar restos humanos en el desempeño de su trabajo y contempló "mantas, ropa y enseres personales, documentos y fotos".

El viernes la perspectiva cambió y las nuevas directrices marcaron el desguace in situ de las unidades, por lo que el cometido del equipo cordobés "quedaba resuelto", como apuntó Alfonso Pérez Lillo. A las 4.00 horas del sábado, su paso por la nada de la calle Téllez había finalizado. Creen que mereció la pena acudir, "fue positivo".