Lo dijo en la homilía el celebrante: la liturgia hispano--mozárabe que, desde el Jubileo del año 2000, se celebra en San Pedro en honor de San Acisclo y Santa Victoria en su día, el 17 de noviembre, se está convirtiendo en una tradición que ayuda a revitalizar una fiesta que, pese a su honda tradición --los dos hermanos patronos de la ciudad murieron hace 1.700 años--, estaba prácticamente olvidada de la memoria colectiva de la ciudad.

Atrás van quedando, en efecto, las misas que en esa fecha se celebraban en la hoy cerrada ermita de la Ribera, y a las que apenas asistían dos decenas de fieles. Ayer, ante la llamada de la solemne y vieja liturgia, no había espacios libres en los bancos de San Pedro, lo que habla de una asistencia de unas 300 personas, que no querían perderse una misa que, en su minucioso ritual, se diferencia notablemente de las del rito romano habitual, y que pone a los fieles en la línea de continuidad y comunión por encima del tiempo con las raíces más profundas de la fe de Córdoba, como también destacó en su intervención el oficiante, Manuel María Hinojosa, párroco de San Pedro y vicario de Córdoba ciudad.

Ornamentos rojos martiriales en los ambones y en las casullas. Dos imágenes de los patronos --procedentes de la citada ermita de los Mártires--, escoltados por cirios también rojos en el lado del evangelio. Incienso en varios momentos de la ceremonia y también, en bastantes ocasiones, las voces de la Schola Cordubensis elevaban a las altas naves de la que fue primera catedral de Córdoba sus himnos en la noble lengua latina, sazonada ocasionalmente de voces griegas: "Hagios", "Omousion". Un orden peculiar en los ritos: el credo, por ejemplo, se reza después de la consagración, y a cada petición del Padrenuestro se responde con "Amén", entre otros muchos detalles que los fieles siguieron con atención. Estos fueron los signos externos de la misa.

RAIZ Y EJEMPLO En cuanto a los signos internos, que son los que en verdad cuentan, los destacó Manuel María Hinojosa en su homilía: "Somos continuadores de una Iglesia con una historia venerable, tempranamente evangelizada y fecundada por la sangre de los mártires", dijo recordando las palabras del obispo Juan José Asenjo en su reciente toma de posesión.

Pero los mártires no son sólo una parte de la historia cordobesa: "Hoy los cristianos tenemos que ofrecer al mundo y a Córdoba el ejemplo de nuestro testimonio cristiano, aunque ahora no nos pida el sello de la sangre, sino el de la fidelidad diaria, que también conlleva esfuerzo y sacrificio", afirmó el oficiante.