Aquel 14 de marzo de 1937 hacía calor en Córdoba. 23 grados centígrados. Aunque las puertas y ventanas estaban abiertas a la calle, sólo unos pocos se enteraron por la radio de que en Burgos, capital del glorioso Alzamiento Nacional del general Franco, se acababa de aprobar un decreto-ley que obligaba a todos los españoles que residieran en zona nacional a entregar "en concepto de depósito, todo el oro amonedado o en pasta que posean en España o fuera".

Manuel de Miguel Sanz era un industrial panadero, cordobés de primera generación --sus padres llegaron desde Soria--, casado, sin hijos, pero con una sobrina y ahijada, Carmen de Miguel Rivas, que siempre vivió con ellos. "Yo era muy pequeña. De la guerra sólo recuerdo que en la sierra de Córdoba hacía mucho frío y me bajaron envuelta en una manta. No sé cuándo entregó mi tío las monedas de oro en la sucursal del Banco de España. Sí recuerdo que ya pasados los años, cuando veía una moneda de oro o de plata en una pulsera o una cadena, me decía: ´Hay que ver, con la de ellas que yo entregué durante la guerra´. No era un lamento por el donativo, era un comentario. Mi tío jamás pensó que las monedas, una parte de ellas al menos, se pudieran recuperar".

Carmen de Miguel tiene 69 años --lo dice sin rodeos-- y está sentada en la sala de lectura del archivo del Banco de España, en la calle Alcalá. Es el 22 de mayo del 2003 y han pasado 66 años desde aquélla mañana de 1937 en que su tío salió de casa para cumplir con la orden emitida desde Burgos. Sus manos juegan con 13 monedas de oro que ha sacado de una bolsita de tela de saco. "Aquí las guardo, en el mismo sitio que me las dieron. Cuando las utilizamos en bodas, las pongo dentro de una bolsita de terciopelo azul".

La más grande es media onza española de Carlos III. Las otras 12 monedas de oro son medias libras esterlinas. Cinco corresponden al reinado de la Reina Victoria, cinco al de Eduardo VII, sucesor de la reina, y dos a Jorge V, nieto de la monarca.

"Las de la Reina Victoria están acuñadas en 1866, 1892, 1899, 1900 y 1907. Sus perfiles son una muestra preciosa de cómo madura y envejece", dice Teresa Tortella, responsable del Archivo Histórico del Banco de España, de la documentación y de la colección numismática del banco central, mientras con una lupa y manos expertas examina las libras.

TESORO DE FAMILIA

Carmen de Miguel fue sobrina de uno de los miles de españoles que entre 1936 y 1937 entregaron monedas de oro y plata, anillos de boda, joyas y otros objetos preciosos por orden del Gobierno franquista. Hoy es una de las pocas herederas de aquellas gentes, que ha podido recuperar una parte del tesoro familiar. "Fue en 1985 cuando un amigo de mi hermano, que vive en Córdoba y me parece que trabajaba en el Banco de España, le avisó. Le dijo que el nombre de un tal Manuel de Miguel Sanz figuraba como uno de los donantes de monedas de oro en depósito. Como yo era la única heredera, mi hermano me llamó. No teníamos ni idea de que se pudieran recuperar. Vino mi marido al Banco de España y preguntó el sistema. Las pude recoger con el testamento de mi tío, en dónde quedaba claro que era heredera única. Un conjunto de casualidades".

Casualidades, porque fueron pocos los que se enteraron de que el 30 de marzo de 1965, el Ministerio de Comercio promulgó una orden "sobre devolución de depósitos de monedas de oro o en pasta que hubieran sido constituidos a partir del 14 de marzo de 1937".

Además, para recuperar ese oro había que presentar un recibo o resguardo que les fue entregado en el momento de la donación. "Es fácil imaginar que muchas familias perdieron ese recibo en los avatares de la guerra --explica Teresa Tortella-- y aunque el Banco de España hizo esfuerzos, incluso con personal de sus sucursales, para buscar a los donantes, fue difícil. Lo cierto es que aquí, en la cámara acorazada, aún quedan cajas de aquellos donativos". Muestra de que el Banco de España ha dado facilidades es el mismo documento firmado por Carmen de Miguel: "Al no obrar en su poder el recibo provisional por extravío, se compromete a su destrucción o entrega en caso de posterior aparición".

La mayoría de las cajas encierran monedas de oro y de plata, algunas de gran valor numismático, que duermen en los sótanos del Banco de España esperando que alguien venga a buscarlas. "Desde luego, mi tío siempre las dio por perdidas. ¿Qué de dónde sacaban esas monedas? En la industria panadera, hasta poco antes de la guerra, había pedidos que se pagaban con monedas".

Lo que no sabe Carmen es cómo llegaron a las manos de Manuel de Miguel, un industrial panadero, 12 monedas inglesas. "No debe extrañar --explica Tortella--. Antes de la guerra civil aún se pagaba con monedas de oro y plata. Y desde finales del siglo XIX, la plata española tenía fama. Por asuntos de comercio, a veces en Inglaterra o Francia se manejaban monedas de plata españolas y aquí, de oro inglesas. Durante la guerra de la Independencia, con el general Wellington por parte inglesa, y José Bonaparte con los franceses, entraron monedas de esos países".

LA SUSCRIPCION NACIONAL

Los De Miguel sólo han recuperado las 13 monedas. Trece arras que Francisco, Rafael y Alvaro, los hijos de Carmen, han utilizado en sus bodas. Pero de las monedas de plata y de las joyas que los tíos de Carmina entregaron, no se ha sabido nada.

De acuerdo con la ley promulgada al mes de comenzar la guerra, la llamada Suscripción Nacional debía atender a tres objetivos prioritarios. El primero era sufragar "los gastos que origina el Alzamiento Nacional". El se-