Los últimos tres años han sido muy angustiosos para María Pacheco Ramírez. En agosto del 2000 perdió a su marido tras una larga enfermedad. Desde entonces, esta viuda ruteña ha demostrado su tenacidad y arrojo luchando por dos causas que la han convertido en un personaje popularmente reconocido. Primero encabezó una manifestación de viudas en contra de los altos precios del cementerio parroquial, llegando incluso a ponerse en huelga de hambre hasta que el cura que gestionaba el camposanto se marchó. Después comenzó a buscar a sus nietos, inmersos, junto con sus padres, en una secta religiosa. Hasta que a finales del pasado mes de mayo consiguió la guarda legal de los mismos. Han sido meses de viajes, trámites y lucha constante. Con los niños en su casa, ahora sólo se preocupa de su educación y de proporcionarles un futuro. María Pacheco se ha ganado a pulso el apelativo de abuela coraje .

En los últimos meses usted ha recorrido todos los medios de comunicación pidiendo ayuda para conseguir a sus nietos. ¿Se ha convertido en un personaje famoso?

--Tanto como eso no sé, pero es cierto que por donde voy la gente me reconoce y me saluda. Me dicen: "Adiós María Pacheco". O me agarran del brazo y me dan las gracias por lo valiente. Será porque me han visto por la televisión peleando por los niños.

Me comentan que ha conocido a un montón de estrellas de televisión, ¿es cierto?

--He acudido a la mayoría de los programas donde me han llamado o he podido ir para hablar de mi problema. He conocido a Pedro Piqueras, a Lobatón, que es majísimo, también he ido al programa de Agustín Bravo. No tengo quejas de ninguno, es más, debo agradecer a los medios de comunicación la ayuda que he recibido.

Ahora llega este reconocimiento como Cordobesa del Año, ¿contenta?

--Contentísima. No estoy acostumbrada a que me den premios, jamás he ganado nada. Imagínate ahora, loca perdida por la cantidad de votos que me han dado los cordobeses. Tengo que agradecerlo mucho.

Nació hace 64 años, ¿cómo ha sido su vida, María?

--Muy dura. Nací en un cortijo, hasta que me vine a Rute, me crié en el campo. A los siete años me quedé sin madre, con dos hermanos por debajo mía, José y Alejandro, y otros dos y una hermanastra un poco más grandes. Mi padre era viudo cuando se casó con mi madre. A la muerte de mi madre, tuve que criar a los más pequeños con leche de cabra. He pasado de todo, he arrancado garbanzos, berza, cebada, he abaleado en la era... Con 17 años comencé a trabajar de cocinera en Rute, que fue cuando conocí a mi marido, que tenía 23 años. Al me enseñó a escribir. Y ahora valoro esa poca de cultura que me enseñó. Son muchos recuerdos. He estado casada 40 años 3 meses y 8 días, hasta que murió el 15 de agosto de hace tres años.

¿Por qué ha luchado tanto hasta conseguir la custodia de sus nietos?

--He peleado tanto no por tener a los niños, sino porque Héctor y Laura no tuvieran la vida que llevaban. Por no tenerlos predicando por las calles. Son unas criaturas de 14 y 12 años, y lo que te cuentan te impone mucho. Comían muy poco, no iban a la escuela, no tenían las atenciones que debe tener un niño.

Los padres de los pequeños, su hija Carmen y su yerno Pedro, están en una secta, ¿por qué han entrado en ese tipo de creencias?

--No lo sé. Al nunca ha querido trabajar. Mi hija ha sido muy buena para su trabajo y para sus hijos. Llevan 13 años juntos y desde que se casaron por la Iglesia Adventista del Séptimo Día cambió todo. Yo me pregunto: Dios mío, cómo abandonan a sus hijos, si son su propia sangre, cómo los dejan por la religión. Si todos tenemos el mismo Dios, por qué hacen estas cosas con estas criaturas. Cuando pienso en esto más cariño les doy. Sin embargo, sus padres están perdidos, dicen que la religión está por encima de sus hijos. Para mí, mis hijos y mi familia son lo más importante.

Héctor y Laura llevan ocho meses con usted, ¿cómo son sus nietos?

--Son muy listos y desenvueltos. El director del instituto dice del niño que es una esponja, que todo lo aprende. Es muy inteligente. Es una lástima que los hayan tenido fuera del colegio durante cuatro años, porque sus padres decían que era satánico. Héctor quiere ser profesor, pero con la cantidad de cursos que ha perdido no sé si lo conseguirá. También me dice que quiere estudiar electricidad. Y Laura me cuenta que le encanta cuidar a niños. Yo andaré lo que tenga que andar con tal de que sean algo el día de mañana. No quiero que se metan en una secta.

Antes de todo esto, usted se enfrentó al sacerdote Aurelio Partera por los precios que tenía en el cementerio. ¿Qué queda de ello?

--Lo del cura fue muy fuerte, pero a mí no me tocaba nada. Yo estaba toda la tarde pidiendo firmas o dinero para manifestarnos en Córdoba y cuando llegaba a mi casa me acostaba y dormía. Lo del cura no me dolía, pero mi hija me duele y eso sí me quita el sueño.

Volviendo a sus nietos, buscándolos ha recorrido España. Cuénteme.

--La primera vez fui a por ellos a Cáceres, donde me los entregaron los responsables de servicios sociales de la Junta de Extremadura. Durante mucho tiempo las criaturas habían estado viviendo en una autocaravana perdida en la sierra de Santa Olalla. Los niños estuvieron conmigo muy poco tiempo, venían asustados de las cosas que les habían metido en la cabeza. Los chiquitos decían que la escuela era satánica y que la tele era el ojo de la bestia. De pronto se presentó su padre y se los llevó por la fuerza. Estuvieron en busca y captura hasta octubre del año pasado, en que los encontraron en La Roca del Vallés, Barcelona, allí fui a recogerlos. Desde entonces están en mi casa. Ahora van al colegio, llevan sus deberes hechos, son una bendición.

¿Cuánto ha gastado en todo este proceso?

-Miles de euros, y tengo una pensión de apenas 400 euros. Durante los cinco meses que estuvieron perdidos he ido ahorrando como las hormiguitas, en ese tiempo poco comió María, sólo pensaba en ellos. A Cáceres y a Barcelona fui en taxi, con lo que eso cuesta. En algo me ayudó el Ayuntamiento. Económicamente tengo que agradecérselo también a mi cuñada Ana, María José y a mi hija Isabel. Para encontrar a los niños me ha ayudado muchísimo Prodeni, la Asociación para la Defensa de los Niños. Si no llega a ser por ellos, nunca hubiera dado con