Varios cientos de jóvenes se concentraron ayer a mediodía en las inmediaciones del Burguer King abierto frente a la Mezquita para protagonizar una sonora, nativa y gastronómica protesta contra la llamada fast food , esto es, la comida rápida que impera en el modo de vida del mundo occidental y cuyos buques insignia son las hamburgueserías, en este caso la de la cadena Burguer King.

Si la apertura de este establecimiento ha estado acompañada de críticas de ciudadanos y colectivos sociales que entienden que se ha producido una agresión a un casco histórico declarado por la Unesco Patrimonio Universal de la Humanidad, ahora las voces también se alzan contra el producto que en dicho restaurante se ofrece. Y es que, para los jóvenes cordobeses que ayer se dieron cita para degustar tortilla española y salmorejo, nuestro patrimonio es, también, nuestra cocina, forma parte del acervo, es una manifestación viva de nuestra cultura.

Los jóvenes dispusieron unos manteles en los estribos de la Mezquita y, ante la mirada cómplice de ciudadanos y turistas, dieron cuenta de la vianda autóctona que habían preparado en sus casas. Los turistas extranjeros inmortalizaban fotográficamente la protesta mientras que más de un nacional o cordobés se engancharon al peculiar refrigerio.

Entre los que se arrimaron al condumio estaba Fermín Muguruza, que por la noche actuaría en una sala cordobesa junto a Manu Chao. Muguruza, cantante de grupos desaparecidos como Kortatu o Negu Gorriak , proclamó a los cuatro vientos las excelencias del salmorejo. "¿Qué tiene esta salsa que está tan buena?", preguntó el artista.

El trasiego alimenticio fue acompañado por música --se cantaron rumbas con el acompañamiento de cajas flamencas y timbales--, pancartas, eslóganes --En la Mezquita se come tortillita -- y hasta juegos malabares. Lo que comenzó como una cita informal entre amigos se convirtió en una fiesta contra la comida basura , la globalización, el tío Sam y, cómo no, la guerra que lidera Bush. Pero también se unieron vecinos del barrio y hasta algún hostelero que también arrimó sus viandas y gritó, mandil en ristre, contra el "dispensario de colesterol".