Los nervios de la precampaña desatan a esa serpiente de mil cabezas que es el rumor, hasta el punto de que la interpretación que en los medios políticos se va haciendo de los acontecimientos --por qué ésta estuvo aquí, por qué aquél se retrató con el otro, a qué viene que no se invitara a fulanito, o que zutano no acudiera a la Gala del Deporte (por ejemplo)-- se convierte, por vía tertuliana, en verdad y casi en axioma. Andan, sin ir más lejos, comentando que la asidua y reiterada presencia en Córdoba del ministro de Fomento, Francisco Alvarez--Cascos, al que sólo le queda ya un pequeño tramo de autovía por empedrar, responde a un objetivo a medio plazo: familiarizar al votante para que, llegadas las elecciones generales, lo vea como un valor cercano si acaso al Partido Popular le apetece presentarlo como cabeza de cartel de Córdoba para el Congreso. Este político, que es cordobés por la vía política (consorte matrimonial), tiene peso suficiente para presentarse por ésta u otra circunscripción, que ya se verá, pero el rumor convierte lo verosímil en cierto y lo probable en seguro. Luego llega la realidad y pone las cosas en su sitio.

Hay ahora otra reflexión en el mercado del comentario político que lleva camino de convertirse en lo más . Lean.

Se refiere a las reiteradas apariciones públicas de la alcaldesa, Rosa Aguilar, con representantes del Gobierno. Estos datos objetivos han levantado interpretaciones subjetivas. Sobre esos apuntes andan los mentideros y los instruidos en política haciendo cábalas, sobre todo por el hecho de que el ministro de Administraciones Públicas y secretario general del PP, Javier Arenas, haya llamado a Madrid a la alcaldesa para hablar de la Ley de Grandes Ciudades y para informarle de una subvención europea, actos de los que se distribuyeron fotos a la prensa.

Estas dos apariciones públicas de Arenas y Rosa Aguilar se han interpretado desde cierto sector --¡atención!-- como el hecho más claro de que el PP apoya a la alcaldesa para que renueve su mandato en la Alcaldía, una vez que Arenas conoce que su partido no volverá a catar la vara de mando municipal. ¿Y por qué? La lectura subjetiva que se hace de ambos acontecimientos se traslada al hecho de que si la candidatura de Aguilar fuese la más votada, IU no tendría necesidad de pactar con el PSOE para formar gobierno en Córdoba, con lo que la posibilidad de un pacto estatal entre esa organización y la socialista para arrebatar alcaldías al PP se diluiría.

El asunto no parece preocupar al candidato del PP, Rafael Merino, que lleva su propio ritmo de campaña. El conoce de antemano cualquier encuentro de la alcaldesa con miembros del Gobierno, bien en la Gala del Deporte (con Mariano Rajoy) o colocando la primera piedra de algún tramo de la autovía a Antequera (con Alvarez--Cascos). Lo que no comparte Merino es que el Gobierno le dé sitio a Aguilar y ésta critique después al equipo de Aznar, pero dirá la alcaldesa que una cosa es la institución y otra distinta la ideología y la rentabilidad política.

Conceptos que, por cierto, se confunden y quedan indisolublemente unidos en esas vallas tan modernas que están poniendo en la ciudad, y en los ritmillos radiofónicos de Córdoba se ve, se ve , con los que casualmente el equipo de gobierno informa a los cordobeses de lo bien que está todo cuatro meses antes de que acudan a las urnas. Eso, la intencionalidad, si que se ve, se ve .