Calor humano entre frías paredes

La Navidad no se compra, se busca cada día en la vida". Con esta lapidaria y acertada frase se topan los ojos y, sobre todo, se espera la reflexión de todas las personas que pasan por barrios humildes como Margaritas o Moreras, en los que carteles compuestos manualmente por los vecinos inundan cada rincón anunciando que ha llegado una época en la que, al menos en ella, valores como la solidaridad, la convivencia o la paz se han de adueñar de nosotros. En cada hogar cordobés, estas fiestas se viven de una manera particular; sin embargo, en estas dos barriadas, existe un denominador común en la mayoría de sus familias: sinceridad, honestidad, sentimiento.

UNA CELEBRACION ESPECIAL

La situación de las gentes de Moreras y Margaritas, azotadas --sin derecho a réplica-- por la pobreza, la droga y la delincuencia, hace que la Navidad aquí se aleje de opulentas cenas y pomposas fiestas y se centre en fomentar la participación de la gente, la convivencia y la humanización trabajando en equipo como explica uno de los dos párrocos de la iglesia de las Santas Margaritas, Antonio Caballero. "Navidad debe ser todo el año", afirma.

Para ello, se desarrollan días de convivencia o se componen carteles en grupo pasando un rato agradable y, a través de su parroquia, en la que se integran multitud de personas y asociaciones --como la de voluntarios para la prevención y atención de afectados por droga y sida (Appadys)-- con ganas de trabajar para mejorar las condiciones de los vecinos de estas zonas deprimidas, se consigue celebrar la época navideña de forma sencilla, cubierta del mismo compromiso que preside el resto del año. Al tiempo, también se llevan a cabo actos típicos como la Misa del Gallo o una gala de villancicos, que congregó en la iglesia a jóvenes, mayores y niños, que se divirtieron y en los que muchos aumentaron su repertorio de cantos populares.

EN LA PRISION

Entre villancicos, christmas o adornos que engalanan la parroquia y sus alrededores, el pasado domingo, como un pequeño pero valioso adelanto a la Nochebuena, un grupo formado por los dos párrocos, dos religiosas y siete miembros de Appadys, visitaron la prisión de Córdoba para aportar un poco de calor y compañía a los reclusos que pertenecen a Moreras o Margaritas y que acusan, quizás no más que el resto de jornadas, la ausencia de sus familias y la privación de libertad. Este viaje, como el propio Caballero advierte, no hubiese tenido sentido si no es concebido como "un acto más" en la línea que vienen realizando Carmen y Maxi --además de otras muchas voluntarias de la cárcel-- dos religiosas que cada semana comparten su tiempo con muchos de los presos.

Tanto los que ya habían estado, como para los que era su primera experiencia, todos coincidían en una cosa: "Merece la pena". También destacaban el carácter tan deshumanizante que tiene la prisión y la frialdad que desprenden sus paredes. "La estricta separación por módulos o el ritual de paso entre las interminables puertas, una se abre, y luego se cierra, otra se abre... eso impone un poco", explicaban los miembros de Appadys. Y para combatir esas sensaciones, este grupo se desplazó ataviados con guitarras, caramelos o tabaco para repartir entre los reclusos de estas zonas de la capital y cantar y reír con ellos en un intento de hacerles evadirse de la mala situación que atraviesan.

"Las mujeres llegaron primero, unas 10, y después los hombres, unos 25. Al principio, la gente estaba cortada, pero poco a poco se soltaron. Nos contaron sus problemas, les hablamos de sus familias, y de sus hijos que han dejado al cargo de sus abuelos y también nos reímos. En definitiva, les escuchamos y les apoyamos". Las palabras de Caballero, aplicables a cualquiera del grupo, resumen este acto para con uno de los colectivos más necesitados ahora, y el resto del año, y de los que menos nos acordamos ahora, y el resto del año.