Como si fueran fantasmas, los restos de iglesias, puentes y hasta pueblos enteros resurgen de los embalses cuando el calor aprieta, la lluvia no llega y el consumo de agua se mantiene o incluso se incrementa, atrayendo irremediablemente a curiosos que en ocasiones alteran la tranquilidad de estos espacios naturales. Es lo que se denomina «turismo de sequía», del que se ha quejado el alcalde de Vilanova de Sau (Barcelona), Joan Riera, que ha optado por restringir el acceso al pantano de Sau, colapsado por la gran afluencia de turistas que quieren entrar en la iglesia de Sant Romà, sumergida en 1962 y que ahora ha quedado completamente al descubierto por la sequía.

«No tenemos que celebrar esta afluencia de turistas porque es consecuencia de un desastre natural que está afectando mucho a nuestra zona», dice Riera, quien lamenta que esta afluencia haya provocado, en algunos casos, «actitudes incívicas» y «haya dificultado el acceso de los vecinos al pueblo», retenidos en la carretera más de una hora. «Es bueno que haya turismo y que disfruten del pueblo y del valle, pero es cierto que tanto turismo también nos perjudica», aduce el alcalde, quien asegura que estas últimas semanas se han acumulado más residuos que el resto del año, lo que «genera un gran gasto para el Ayuntamiento». 

Lo que Riera llama el «efecto Instagram» se produce en torno a otros restos puestos al descubierto por el fuerte descenso del nivel del agua, como ocurre en la provincia de Córdoba, donde la bajada de nivel de las aguas permite retomar la investigación del yacimiento ibero normalmente oculto bajo el embalse de Sierra Boyera, que está al 12 %. En este caso, son los profesionales de la Universidad de Granada los únicos privilegiados que, por el momento, pueden llegar hasta este enclave, fechado entre los siglos VI a II antes de Cristo y descubierto en 2017.

En el embalse de iznájar

En el embalse de Iznájar, el mayor de Andalucía por capacidad aunque ahora por debajo del 18 %, es tradicional que la bajada del agua permita la visión de las estructuras que inundó en 1969 y también de una necrópolis ibera y restos romanos, para los que se están organizando visitas guiadas que por ahora están siendo un éxito por el interés que ha despertado entre la población. También se está dando este fenómeno en numerosos municipios de Galicia donde han resurgido aldeas, castros o petroglifos que a diario reciben la visita de muchos curiosos sin mayores problemas aparentes. 

En la localidad ourensana de Bande, de apenas 1.500 habitantes, disfrutan de numerosos tesoros, el más espectacular seguramente el campamento militar romano de Aquis Querquennis, también conocido como A Cidá, de hecho uno de los referentes turísticos de la provincia. A menos de treinta kilómetros de distancia de Bande, ya en el límite con Portugal, otro de los tesoros es el pueblo de Aceredo, en el embalse de Lindoso, desaparecido en el año 1992 y cuyas ruinas han quedado al descubierto debido al descenso del nivel de agua desde hace meses.