La judoca y triple medallista de oro en los Juegos Paralímpicos Carmen Herrera (Málaga, 1974), confía en lograr su mayor reto si la respetan las lesiones, estar en París en 2024, año en el que cumplirá cincuenta y treinta desde que se subió a un tatami: una carrera llena de «constancia y valentía» donde fue imbatible y también vulnerable.

Es albina y su apodo, ‘Valkiria del Sur’, es por el rubio de su cabello y por ser de la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre, a donde vuelve para esta entrevista con Efe tras irse a vivir a Lérida porque «era de las únicas ciudades que tenía los gimnasios abiertos» en la pandemia.

Al encuentro llega en patinete eléctrico, un hecho que puede parecer normal, pero Herrera es discapacitada visual por su albinismo y solo tiene un 10-12 por cierto de visión.

«En patinete me muevo despacio y, además, mi pueblo ya me lo sé de memoria», tranquilizó entre risas, y acabó desvelando su secreto: «Cuando voy a una ciudad nueva, he llegado a salir en patinete de madrugada para aprenderme las calles».

Herrera llegó a lo más alto del judo adaptado, deporte paralímpico practicado por personas con ceguera total o parcial cuyos combates comienzan con los dos contrincantes agarrados por las solapas. La categoría femenina fue incluida a partir de los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, donde la malagueña se alzó con la primera de las tres medallas de oro consecutivas (luego vinieron Pekín 2008 y Londres 2012).

«La más especial fue la de Pekín, por las dificultades que hubo», matizó mientras enseñaba sus tres preseas bañadas en oro que había traido en una mochila. Se siente «afortunada» por su carrera, pero rápidamente huye de tópicos y por la rutina que implica: «la vida de un deportista aburre a las ovejas», dijo.

Cuenta que se ha perdido muchos momentos de estar con la familia. Tampoco se frena en hablar de salud mental: «No tuve apoyo psicológico, alguien que identificara mis problemas para yo darle una solución».

De ganarlo todo a tocar fondo

Recuerda horas de entrenamientos en la sombra, lidiando con un deporte minoritario como el judo adaptado. «Y a eso hay que enfrentarse con dificultades financieras, sociales y familiares». Tras su hegemonía en el podio, no supo rebajar su «autoexigencia» cuando las lesiones lastraron su condición de invencible.

Se quedó fuera de los Juegos Paralímpicos de Río 2016 y ahí tocó fondo. «Me superó la situación y, de repente, todo perdió el sentido». Decidió parar y retirarse. «He aprendido que en la vida no podemos estar siempre bien, al cien por cien», expresó consciente de que «le faltó un empujoncito» para salir de un agujero mental que le causó estrés postraumático.

«He sido una persona muy constante por tener la valentía de enfrentarme a todo eso». Preguntada por cómo es posible que, con todo lo logrado, quiera volver a competir en París 2024, respondió que sigue en sus trece: «me visualizo de aquí a dos años con la clasificación casi segura», afirmó rotunda.

En Lérida se entrena actualmente «a medio gas» para coger ritmo competitivo y llegar al Campeonato de España de Judo en dos semanas.

Del acoso escolar a la informática

Más allá de una leyenda del deporte adaptado español, Herrera es también amante de la filosofía, la política, la teología o la informática, un campo que ha estudiado hasta el punto de reflejarse en su personalidad. Los algoritmos son una serie de mecanismos que permiten resolver diferentes problemas o acciones.

Su pasión por este campo se la lleva a lo cotidiano. «Cuando me interesa algo, hasta que no logro resolver el enigma que se me plantea no paro». Hasta el judo fue para ella un «enigma que necesitaba conocer y desarrollar». Funciona como un algoritmo.

Su albinismo le causó problemas cuando era pequeña. Al judo llegó para «defenderse» del acoso escolar que sufrió, en concreto durante dos años «difíciles» de su adolescencia. «Mi instinto principal era defenderme, no esperar a que nadie viniera a salvarme».

Cuando haya logrado o no su objetivo de llegar al podio de unos Juegos Paralímpicos a su edad y después de volver de una retirada, tiene claro su próximo reto: «En un futuro me veo ayudando a víctimas de maltrato emocional».