«Vivimos en un tiempo en que las mentiras matan y las plataformas que distribuyen las noticias tienen un sesgo contra los hechos, contra el periodismo y los periodistas», afirma con firmeza la periodista filipina Maria Ressa, galardonada con el premio Nobel de la Paz 2021. Ressa, de 58 años, se ha distinguido por su incansable batalla contra los bulos y los mensajes de odio que proliferan por redes sociales y por sus investigaciones sobre la sangrienta guerra contra las drogas del presidente filipino, Rodrigo Duterte.

«Si no tenemos hechos, no podemos tener verdad, no podemos tener confianza», asegura en una entrevista telemática desde Manila, en la que subraya el peligro para la vida de las personas de los bulos relacionados con la pandemia. Tras la apariencia de fragilidad que transmiten su cuerpo menudo y su voz suave se esconde una mujer de una determinación inquebrantable a quien no parecen perturbar las campañas mediáticas en su contra ni el acoso judicial que padece en los últimos años. «Debemos ganar esta batalla, no tenemos otra opción», dice la periodista, convencida de que este tiempo de confusión por la proliferación de bulos en redes sociales «llegará a su fin» pero la pregunta es «¿cuándo puede suceder?» este cambio, que cree que vendrá impulsado por iniciativas legislativas.

Ressa comparte el Nobel con el ruso Dmitry Muratov, al que no conoce, aunque ambos se han distinguido por su esfuerzo «para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera», según destacó el Comité Nobel noruego. La noticia del premio le llegó durante un encuentro digital en el que se quedó «estupefacta», hasta que se dio cuenta de que «tenía que ver con la libertad de expresión y que el comité del Nobel estaba arrojando luz sobre lo difícil que es ser periodista». «Pensé que era fantástico porque servirá de ayuda no solo para nosotros en Filipinas, sino para cualquier periodista alrededor del mundo», recuerda.

La fundadora del portal digital Rappler -uno de los medios de referencia en Filipinas- cree que este es el punto más bajo de la profesión periodística en el mundo en los 35 años que lleva ejerciéndola, de lo que culpa a las plataformas tecnológicas como Facebook, «que han permitido el ascenso de estos líderes populistas». «Cuando los medios de comunicación cedimos nuestro poder de guardianes de la información a las plataformas tecnológicas, tomaron el dinero y el poder, pero abdicaron de su responsabilidad de proteger la esfera pública», denuncia.

Para ilustrar el estado catastrófico del periodismo en Filipinas, Ressa pone como ejemplo el acoso judicial al que se ha visto sometida. «En los dos últimos años he recibido diez órdenes de arresto y no he hecho nada distinto de lo que hacía cuando me convertí en reportera en 1986», dice Ressa, cuyo periodismo crítico con los abusos de poder del presidente, Rodrigo Duterte, le ha costado campañas de desprestigio en redes sociales y un acoso judicial que podría incluso llevarla a la cárcel. Sus problemas llegaron tras sus investigaciones sobre Facebook y la sangrienta guerra contra las drogas de Duterte, que pese a los «grandes sacrificios», «valieron la pena». «Es muy fácil decir que eres un periodista de principios en tiempos fáciles. Pero el momento en que lo sabes de verdad es cuando eres puesto a prueba y sigues por ese camino. Estaría avergonzada de mirarme al espejo si no hubiera hecho lo que hice», asevera.

Espera que la noticia del Nobel, por el que el gobierno filipino tardó tres días en felicitarla, «ayude» en su batalla judicial en un momento en que el mandato de Duterte se acerca a su fin y el país se prepara para unas elecciones presidenciales el próximo mayo que serán «la mayor batalla por los hechos». «Hemos sido manipulados de forma insidiosa en las redes sociales durante cinco años y ahora Bongbong Marcos, el hijo del dictador (...) ha presentado su candidatura a la presidencia. Y una parte de lo que lo ha permitido es su red de desinformación (...). Estas elecciones van a ser críticas, un momento central de la democracia filipina», advierte Ressa.

Pese a su diagnóstico oscuro sobre la situación del periodismo en el mundo, la flamante Nobel de la Paz envía un mensaje de esperanza a los periodistas que ejercen su profesión en circunstancias especialmente difíciles por estar en países en conflicto, como Afganistán y Birmania: «Poned un pie delante del otro -dice-, lo que nos da fuerza es la seguridad de que nuestra misión es esencial. Que los hechos que traemos, las historias que contamos, hacen que la vida sea real. Es difícil, esta época exige mucho más de los periodistas. (...) Pero los tiempos oscuros terminan, la luz vendrá, perseverad». 

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