Francisco Rodríguez y Silva es profesor e investigador de la Universidad de Córdoba en incendios forestales y también coordina y dirige el Laboratorio de Incendios Forestales Labif-UCO.

Acabamos de vivir, en la distancia, un incendio forestal en Sierra Bermeja (Málaga) al que, por su virulencia y alcance han catalogado como de sexta generación. ¿Ante qué tipo de incendio nos encontramos?

Esta denominación es poco convencional y usada fuera de lo que es el sector profesional. En esencia responde a una forma de estructurar la tipología de los incendios sin que sea algo oficial. Apunta a cómo caracterizar el desarrollo de las propagaciones de los incendios, no solo teniendo en cuenta las características más visibles en términos de imagen sino en el contexto de cómo esos incendios han ido evolucionando atendiendo al paisaje entendido como una fusión de territorio y habitantes. A la hora de hacer de divisiones este tipo de conflagraciones de incendios muy extremos en términos de propagación que desarrollan energías también muy asociadas a unas características del paisaje se llaman así, como incendios evolutivos, complejos y difíciles de gestionar.

¿Se podría decir que el paisaje es caldo de cultivo de incendios allí?

A lo largo de la historia reciente también se han producido en la Costa del Sol, en la provincia de Málaga, incendios que han desarrollado una capacidad de propagación impresionante en escasos períodos de tiempo; por citar alguno, el que ocurrió en el 2012 que afectó al término municipal de Coín y a otros seis más. Ardieron más de 8.500 hectáreas. Estos territorios que tienen una conformación topográfica con innumerables barrancos, con unas pendientes muy fuertes cubiertas de vegetación, sotobosque, áreas muy matorralizadas, en un ambiente de desecación, falta de humedad y acumulación de restos muertos como consecuencia de la senescencia de la estructura vegetal, si hay una fuente de ignición, sea natural o provocada, las propagaciones están garantizadas.

Se puede decir entonces que el verano es época propicia para los incendios.

Desde luego, las condiciones meteorológicas se acentúan una barbaridad, las temperaturas se elevan muy fuerte en el rango térmico y la humedad relativa está muy baja. Por otra parte, tampoco podemos olvidar que en el verano tenemos la mayor época de insolación en términos de horas de duración solar, con lo cual el nivel de calentamiento es muy intenso también. Condiciones que no se dan en el resto de estaciones del año.

¿Se podría dar en la provincia de Córdoba, por su vegetación y orografía, un incendio como el de Sierra Bermeja?

Esta es una pregunta interesante. Hay una serie de circunstancias que hacen que en Córdoba este tipo de desarrollo sea mucho menos posible, es decir, las probabilidades son más reducidas. Fundamentalmente podemos pensar que desde el punto de vista del viento, la historia de los vientos y la tipología de los vientos aquí es mucho más suave que en otras zonas próximas a la costa, al litoral, incluso cercanas al Estrecho de Gibraltar donde se dan unas confluencias de vientos entubados de salida al Mediterráneo y entrada en el Atlántico por la proximidad de los dos continentes donde al final eso hace muchísimo en el tema de la intensidad del viento. Córdoba al ser más continental tiene unos vientos más suaves en cuanto a intensidad. Luego el rango del viento al ser menor es un agente dinamizador más reducido, con lo cual, a menor velocidad del viento el dispositivo de extinción tiene mejores condiciones para poder trabajar y las propagaciones son menos aceleradas, porque el viento no solo empuja sino que oxigena las reacciones que se están produciendo en la combustión. A nivel topográfico también tiene unas características muy suaves, por ejemplo el Valle del Guadalquivir o la Campiña Sur, si bien hay zonas como Obejo con un relieve complicado, no muy extenso, pero donde se pueden dar localismos muy confinados que dificulten la extinción.