Regresó a Fuerteventura dieciséis años después de haber arribado en una patera a las costas majoreras. Su reencuentro con la costa, el mar, el olor a salitre, el miedo a la oscuridad o el éxito por alcanzar un sueño contrastó con las imágenes que aún le perduran del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de El Matorral, donde permaneció recluido 40 días tras haber sido apresado por la policía. Ousman Umar (Ghana, 1988), aquel niño de la tribu de Fiaso, volvió a la isla majorera con dos carreras universitarias, un máster y la presidencia de una ONG que ha sido premiada por la ONU, y el motivo del regreso es presentar su libro Viaje al país de los blancos, una obra donde narra las desventuras y los sufrimientos que padeció para llegar a Europa. 

Tras llegar a Fuerteventura, esta vez en avión, Ousman, señaló que el regreso le ha despertado «muchos sentimientos difíciles de describir, especialmente emocionales». «Reconozco que la forma en que llegue a esta isla en 2004 no tiene nada que ver con la manera que he vuelto ahora, porque muchas cosas han cambiado, es todo tan diferente que me cuesta mucho asimilar la situación que estoy viviendo ahora», explica. 

«No es un sueño sino que estoy de nuevo aquí, en Fuerteventura, pero desde otra perspectiva, con un cierto sentimiento agridulce pero con mucha ilusión y muchas ganas de poder conocer a las instituciones que trabajan día y noche para dar un apoyo a las personas que llegan en la situación que yo llegué», añadió.

Ousman partió de su país con tan solo 12 años. Atrás dejó a su padre Seidu, que era viudo al morir su esposa Amina en el parto donde alumbró a Ousman, a sus hermanos, a parte de su familia y a sus amigos de la infancia, También dejó atrás, sin quererlo, a su amigo Musa, que realizó el viaje, como él, en busca de una mejor calidad de vida y se le truncó su sueño al volcar la embarcación donde iba y murieron todos los ocupantes.

Ousman Umar se trasladó primero a una ciudad cercana a su pueblo para aprender el oficio de chapa y soldadura. Luego se mudó a Acra, la capital de Ghana, donde asegura que vio por primera vez en su vida la televisión. Retransmitían un partido de fútbol donde jugaba el Barcelona. Aquí trabajó en el muelle y algunos meses más tarde se fue a Níger, donde curiosamente se encontró con su amigo Musa. Desde allí decidieron, junto a unas 40 personas cruzar el desierto del Sáhara para llegar a Libia. Fueron engañados por una mafia. Les cobraron dinero pero nunca los llevaron a su destino. Tras el engaño, decidieron continuar el camino a pie por el peligroso desierto sahariano. De las 46 personas, solamente llegaron seis, dado que el resto fallecieron en el intento. La travesía duró 19 días, teniendo que soportar temperaturas superiores a los 40 grados. Por el camino se encontraron cadáveres de otros paisanos que murieron en el intento.

Umar pasó cuatro años en Libia, donde trabajó para poder ahorrar el dinero que le pedían las mafias para llegar a Europa. Finalmente, lo trasladaron a Mauritania tras haber pagado 1.800 euros. La mafia le proporcionaron maderas para construir las pateras. Después de dos días de travesía, sin alimentos, ni combustible, sorteando un temporal de olas, viento y agua, la embarcación arribó a las costas majoreras.

El joven ghanés y sus compañeros fueron interceptados por la Guardia Civil nada más pisar Fuerteventura y trasladado hasta la Comisaría de la Policía Nacional, donde se procedió a su identificación, afiliación y toma de huellas dactilares para incorporarlos a los ficheros policiales. Ousman Umar se declaró menor de edad pero, a pesar de ello, fue recluido en el CIE. Los resultados de las pruebas óseas a que fue sometido determinaron que era menor, por lo que fue derivado a un centro de Málaga y, a principios de 2005, lo metieron en un tren con destino a Barcelona.

En la ciudad condal, sin hablar castellano ni catalán y sin conocer a nadie, tuvo que dormir en la calle hasta que conoció a una familia catalana que lo acogió en su casa. Su afán de superación le hizo aprender castellano, inglés y catalán. Trabajó arreglando bicicletas y, con lo que ganaba, se puso estudiar. Sacó el graduado escolar, el bachiller, superó la selectividad y ello le posibilitó graduarse en Administración de Empresas, Marketing y Relaciones Públicas y logró sacarse un máster en Cooperación Internacional. Además, fundó la ONG Nasco Feeding Minds para crear aulas de informática en su país. El comisario del ciclo Voces desde la frontera, el periodista majorero Eloy Vera, señaló que el objetivo de esta iniciativa de la Consejería insular de Cultura «es dar voz a las personas inmigrantes, pero también a periodistas y expertos que han viajado a los países de origen para conocer la realidad de las personas que migran».