El Gran Capitán era todavía una avenida con coches, que lo de bulevar vendría más tarde, cuando taparon los restos arqueológicos que habían aparecido allí, donde iban a hacer un aparcamiento. En la esquina con la antigua Avenida del Generalísimo, en su día estuvo el Gobierno Civil, desde donde daban a conocer la filosofía de la dictadura franquista, al lado de donde el Teatro Duque de Rivas ofreciera los mejores espectáculos, cine incluido, y la cafetería Rosales diera cobijo bien pagado a empresarios de pueblos con posibilidades. Frente a lo que fuera la plaza de toros de Los Tejares, donde construyeron después Galerías Preciados, cuyo aire acondicionado fue el pretexto de la compra inútil aquellos veranos en que los cordobeses pudientes habían abandonado el mundo feliz, fresco y con la belleza de un cielo particular de las casas-patio y se fueron a vivir a pisos sin aire que echaban humo de fuego. En el cuarto piso del novedoso bloque de viviendas de la esquina de Ronda de los Tejares (ex Avenida del Generalísimo) con Avenida Gran Capitán, donde la cafetería Milán nos mantenía estómago y mente durante el día y un bingo, en un local cercano, nos daba la cena y el postre de copas propio de la juventud en la madrugada, estaba aquel piso, precisamente en el solar del Gobierno Civil, donde llevábamos haciendo números cero desde hacía un tiempo, frente al Savarín.

Fue en aquel tiempo del comienzo de la década de los 80 cuando a alguna gente se le ocurrió decir que «dos acontecimientos habían despertado a Córdoba de tantas ensoñaciones de dictadura para darle una bofetada de aire fresco, más acorde con los tiempos democráticos que empezaban a correr. Uno de ellos tenía nombre propio: Julio Anguita (que el Ayuntamiento de Córdoba le nombre hoy Hijo Adoptivo, justo al año de su muerte). El otro era un empeño de la nueva y joven sociedad cordobesa que, así, pretendía contribuir a los tiempos de cambios que había que afrontar necesariamente: el periódico La Voz de Córdoba.» Precisamente ayer 15 de mayo se cumplieron cuarenta años de aquel primer día, viernes, en que sacamos a la calle La Voz de Córdoba, un diario de aquel tiempo en que los periódicos de papel podían leerse también en las barras de los bares, cuya salida pretendía «dar voz a los sin voz». Era aquel lejano tiempo sin ordenadores, sin Internet, sin móviles, y casi sin ruedas de prensa, donde el periodismo era una libreta, un bolígrafo, un cassette, la observación de la vida y la imaginación, cuando nadie dependía del «cortar y pegar» y las noticias no se manufacturaban en las redes sociales, como ahora denuncia la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), que respalda el llamamiento de un centenar de catedráticos para implantar la educación mediática en los planes de estudio para que escolares y universitarios aprendan a distinguir las informaciones reales de las falsas. La Voz de Córdoba fue el primer periódico de España que comenzó a salir todos los días de la semana ya que los lunes estaban reservados para las famosas ‘Hojas’, y tuvo dos sedes, una en el bulevar de Gran Capitán y la otra en Cruz Conde, frente a Correos, --desde cuyas ventanas veíamos pasar las procesiones de Semana Santa--, donde el PP se instaló posteriormente. Francisco Solano Márquez, que hasta ese momento había trabajado como redactor del CÓRDOBA, es el director de este nuevo periódico cuyo exiguo equipo de Redacción lo componíamos cinco periodistas: Ignacio Cid, Sebastián Cuevas, Antonio García Lucena, Ricardo Rodríguez Aparicio y Manuel Fernández.; la gerencia la llevaba Manuel Sánchez Blanco. Afortunadamente luego hubo más incorporaciones de redactores, como las de Rafael Camacho, Paco Luis Córdoba, Antonio Mozo Vargas, José Murillo, Francisco Carrasco, José Luis Blasco, Francisco González, Carmen Ruiz, Carmen Aumente y algunos periodistas más, aunque muchos de ellos en calidad de estudiantes en prácticas. El periódico se tiraba en Tipografía Católica, en La Torrecilla, que creó doce puestos de trabajo e incorporó una rotativa Offset. Otro 15 de mayo, el de 1984, salió a la calle un Diario CÓRDOBA cuyo dueño no era ya el Estado y donde nos fuimos a trabajar la Redacción de La Voz de Córdoba, un entrañable periódico que duró tres años menos tres días, en donde a Fernando Morán, en su día ministro de Felipe González, le hice una entrevista y para la foto lo metí en un photomaton de la estación de Renfe.