A pesar de su exitoso recorrido en el mundo del baile, es la primera vez que trabajan juntos. Allister, reconocido por haber sido parte de la Ópera Nacional de París durante veinte años y por trabajar en compañías de baile de todo el mundo; y Rubén, bailaor de trayectoria internacional con compañía propia, se conocieron por primera vez en la capital francesa hace apenas unos años. Admirados por las actuaciones de uno y otro, surgió en ellos el instinto artístico de unir sus influencias en un proyecto común donde flamenco y clásico pudieran dialogar con lenguaje propio. 

La idea, surgida en enero de este año, pronto se asentó con fuerza en los coreógrafos, escogiendo Córdoba como el escenario para empapar de influencias su trabajo en una época donde la cultura «necesita vivirse». Además, el proyecto viene reforzado por la presencia de ambos artistas en las clases magistrales programadas el 8, 13 y 14 de abril en el Conservatorio de Danza Profesional Luis del Río.

La elección de la ciudad califal no fue casual. Rubén, cordobés de corazón y nacimiento, regresaba a su localidad natal con un «proyecto tan nuevo que me hace vivir una Córdoba diferente». Tampoco es una visita nueva para Allister, pero sí cargada de nuevos sabores. Aunque es su segunda vez, la siente y vive con un matiz especial, con «los recuerdos del sol, y el perfume de la creatividad» que despunta la primavera. El proyecto busca inspirarse en la iconografía artística y espiritual de la ciudad para después plasmarlo en una obra que hable del diálogo interno entre culturas, artistas y géneros. Una combinación que Allister define como algo que él y Rubén puedan «dar juntos», pero cada uno «manteniéndose en su mundo».

Alma propia

El arte evoluciona a partir de las influencias que recibe. Y el baile, como disciplina artística que se precie, no puede ser menos. La fusión de géneros «rara vez deja verse en el mundo artístico», señala Rubén, mucho menos en una obra que busca unir flamenco y clásico en uno, pero sin diluir en el proceso las distintas experiencias que contribuyen a esa combinación. «Es algo raro, pero yo estoy encantado. Es una oportunidad para el encuentro y para compartir». 

Además de Córdoba como fuente de inspiración, ambos artistas portan una «mochila» llena de experiencias traídas de distintos rincones del mundo, desde París hasta Nueva Zelanda. Ello les ha permitido, en palabras de Allister, «abrirse a nuevos universos», donde «coges un poco de todo y lo echas en la coreografía». Un proceso en constante evolución que se aprende tanto en el escenario como en los bailarines a los que también enseñan. «Estoy encontrándome con mi voz de coreógrafo, con mi persona, con lo que quiero decir». «Son las ‘artes vivas’» revelaba Rubén, «tú te enriqueces, llegas con todo lo que tú tienes y los bailarines te dan aún más cosas». 

La obra, que aún es «un niño» a la espera de nombre, como comentaban divertidos los artistas, buscará presentarse como una pieza de coreógrafos jóvenes en Copenhague, París y, siempre y cuando la incertidumbre de la pandemia lo permita, más allá. Un proyecto renovado que destila una esencia única, endulzada por la cultura y experiencia de los pasos dados por Rubén y Allister en el mundo artístico del baile y, ante todo, por la cultura cordobesa.