Los ojos de Cristina García Rodero guardan y descubren las miradas del mundo. Aun así es capaz de asombrarse con la Semana Santa chica de Puente Genil. En la esencia de lo cotidiano, la fotógrafa ha construido un nombre, una carrera y una vida entre los más destacados del país. Llegó a ser incluso la primera española en entrar a la Agencia Magnum. A sus 71 años, sigue dejando huella. En su último trabajo, Tierra de Sueños, desvela la vida más escondida de la India. Podría decirse que Cristina es una conexión entre personas y que, por su retina, circula la corriente de las realidades.

En sus obras suele destacar un deleite, un aprecio de la riqueza en lo que resulta cotidiano.

Yo siempre digo que con el trabajo vas desarrollando cosas. Lo primero es que te guste tu trabajo. Si estás fotografiando a la gente, lo primero es que te guste la gente. No se concibe a una persona que no tenga empatía, que no disfrute con lo que está haciendo, que te pueda transmitir algo por muy bueno que sea. Entonces, cuando vas a un país y tienes la posibilidad de entrar, es que eres una privilegiada.

¿Cómo se gestionan las emociones cuando uno tiene que hacerse invisible ante tantas situaciones?

Pues mal. Se gestiona mal, porque al final eres lo que eres. Las cosas te llegan y te afectan, unas veces para bien y otras para mal. Cuando ves dolor, es una carga muy fuerte. Cuando ves alegría, pues ya tienes alegría para todo el día. Cuando te sale una buena foto, pues ya eres feliz por una semana. 

Su último trabajo, como otros, pretende traspasar barreras y concienciar al público.

Hay mucha diferencia entre el viajero y el turista. El viajero es el que comparte, no va a la aventura. Comparte con la gente, para su tiempo cuando ve que algo le interesa y vive aventuras que ni había pensado. El turista, no. Muchas veces, que una persona te cuente cosas de su padre, de su madre, de su pueblo o de ellos mismos, pues cuando tienes una semana no te interesa. Vas a ver el palacio, vas a ver la cascada, vas a ver la torre o lo que sea, pero no perder el tiempo en una fiesta de pueblo. Cuando tienes la suerte de poder meterte donde nunca te meterías, el trabajo es muy diferente. Yo creo que la cámara te hace buscar, la cámara es un arma poderosa para comunicar, pero también para convivir, para compartir, para mostrar, para hacer amigos. Yo digo que es como la mano de un pulpo, que te puede acariciar. Pero también es como un escudo, yo he sido muy tímida toda la vida y para mí la cámara me ha dado muchísima fuerza. O sea, sin la cámara no me habría metido ni en el 10% de los sitios donde me he metido. La cámara me ha dado muchísima fuerza. 

¿Cómo responde la gente ante una cámara?

Mientras más humilde la gente, más ganas tienen de salir en la foto. Ya el móvil lo ha trastocado todo. Pero la gente tiene muchos deseos de salir en la foto, de ver que es importante para ti, que cualquier cosa que hace tú la sigues. Y se entusiasman. La cámara bien utilizada es un arma poderosa de amistad, de denuncia, de disfrute de la vida, de conocimiento.

Confesaba que le apasionaba la Semana Santa de Córdoba.

La Semana Santa más interesante está en España, en las provincia de Córdoba y Zamora. No hablo del esplendor de las capitales, hablo del interés por la personalidad que tienen. Córdoba tiene una provincia increíble. Luego, te encuentras cosas puntuales que son joyas. Y luego, la participación popular como en la Semana Santa chiquita de Puente Genil, viendo a los niños cómo lo viven, con la seriedad que lo están haciendo, aunque no pueden. Lo hacen con una dignidad y con una seriedad que impresiona. 

¿Dónde la veremos próximamente?

No lo sé. Hay una exposición pendiente en Barcelona, una retrospectiva que estaba prevista para este año. Espero que se mantenga. A mí lo que me apena es que son dos años perdidos de la vida de todos.