El programa La ventana, que se emite en la Cadena SER de lunes a viernes, se encuentra de gira tras la pandemia. Su director, Carles Francino, explica que lo hacen porque el país mantiene su actividad y destaca las emociones vividas en la radio.

-¿Por qué decidieron poner en marcha esta gira cuando aún estamos en plena pandemia?

-Hemos debatido mucho en la SER sobre esta gira y ha habido opiniones a favor y en contra, y al final se ha impuesto la tesis de que el país no está parado y que solo tenemos dos opciones: que vivamos todo el tiempo acogotados o que intentemos no fingir que esto es normal, porque no lo es, pero sí superar un poco el miedo.

-¿Qué actitud están viendo en quienes acuden en persona a sus programas?

-Es un público reducidísimo, porque cuando viajamos vamos a un teatro o a un auditorio el objetivo es llenarlo, por lo que ha habido programas con mil o dos mil personas. Y en Mega hemos estado con treinta que además estaban con su mascarilla y su distancia de seguridad, por lo que he dicho en antena que eran como una representación, ya que se trata de mantener el contacto pero con el protocolo que hay que guardar. Podíamos optar por hacerlo así, en pequeñito, o no hacer nada, y hemos optado por hacerlo porque está muy bien ver en cada sitio cómo se vive esto. Y está muy bien contar realidades locales que son de interés general.

-¿Trabajó confinado en su casa durante el estado de alarma?

-No, yo fui todos los días a la radio. Fue una decisión personal mía, porque Pepa trabajó desde casa. Ahora seguimos siendo cuatro, pero yo prefiero trabajar en el estudio, sobre todo por ver a las compañeras técnicas. Desde casa no me sale.

-¿Hacer el programa ahora fuera supone una sensación diferente?

-Llevamos la mascarilla y no podemos tocarnos, pero el vínculo de la radio no se ha roto, sino al revés, se ha reforzado. Durante el confinamiento en la radio encontramos un tono y una manera de hacer que conseguía acompañar a la gente.

-¿Ha vivido durante estos meses algunos de los momentos más emotivos de su carrera profesional?

-Sin duda, porque he tenido la desgracia que durante el confinamiento se murieron dos buenos amigos míos, aunque no de Covid, sino por el cáncer, que fueron Pau Donés y Michael Robinson. También hemos contado historias muy emocionantes y no lo quiero comparar con nada, pero por lo que ha durado el confinamiento y el estado en el que estábamos en la radio, sin duda es lo más emocionante que he vivido en mi carrera, y mira que he estado en atentados en el País Vasco, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el 11-M, pero a mí me conmueven más las historias pequeñas de gente que es igual que tú que los grandes acontecimientos. Y al volver de vacaciones he comentado con colegas que me gusta mucho mi trabajo, pero ahora además me siento especialmente útil, lo que me anima mucho y me llena.

-¿Le sorprendieron la multitud de iniciativas solidarias que surgieron durante la pandemia?

-No, en absoluto, porque esa vena que tenemos como país cuando hay una desgracia no nos falla nunca. Pero tenemos otra vena absolutamente indeseable que consiste en que cuando pasa lo más difícil volvemos a discutir y estar en el barro en el que hace años que nos movemos. En esta última semana en Madrid he visto una sensación de tristeza que no había visto antes. Y es una mierda porque el miedo mal que bien se puede gestionar, pero la tristeza te devora.

-¿Se ha perdido una oportunidad para que los políticos se pusieran de acuerdo?

-Absolutamente, es una oportunidad histórica perdida. No habrá, afortunadamente, un momento tan complicado en el que tanto tengamos que exigir a nuestros representantes.