Es tiempo de caracoles. Y de ahí viene hoy ese titulo, que es probable que en tantos años incluso lo hayamos puesto, pero es la verdad. Sobre todo cuando además de en el plato, que ustedes saben por experiencia que los mejores son los nuestros, y es un hecho demostrado, incluso hasta históricamente, es que caracoleando estamos en todo, dando vueltas y vueltas, sacando a veces los cuernitos al sol, por ejemplo en la tele, que ya han visto que es un tema que sube la audiencia, tanto que la palabra más usada en estos días que se fueron es «Estefaniaaaaaaaaaa¡».

Pero a lo que voy, caracoles. En la política, en la literatura, incluso en la moda, que otra vez vuelven los caracoles, en la melena, suelta, y también ricitos sobre la frente, que y saben lo que dice la copla, si bien de otra distinta manera: «Los gitanos, los mejores/porque hacen a sus gitanas,/en el pelo caracoles».

Y que no se me vaya de la cabeza, que lo tengo que decir. Lo cuento por todas partes, cuándo hacemos de una vez esa estatua homenaje a Chiquito de la Calzada, y que podría estar en El Brillante de nuestro mapa, igual que en Málaga. Una estatua a ese sureño tan grande, que hizo más feliz a España. Buena falta que nos haría que estuviera entre nosotros, mi viejo amigo, mi alegría, mi fraternal. Ahora que se acerta el 28-F recuerdo que se le entregó, aunque trístemente a título póstumo, la medalla de Andalucía en el 2018. Y aprovecho para enviarle este beso a Susana Díaz, que acaba de tener su segundo hijo, y que dicho sea de paso, por lo que veo, llevaba razón mi madre, cuando decía «Ser madre, hermosea».

No me quiero dejar en el olvido que he hablado con nuestro maestro Manuel López Alejandre, el señor de las tabernas, que me llama para darme las gracias, cosa poco frecuente, la verdad sea dicha, porque la semana pasada hablamos, con foto, de la dama de las tabernas de este año, y me dice con el corazón en la boca «A ver si reconocen la labor de una mujer trabajadora, jornalera del vino, que todos lo días de su vida se levanta a las cuatro de la mañana».

Y lleva don Manuel mas razón que un santo. Vaya que sí. Como quiero decirles que el otro día le dieron un homenaje en Granada a Finito de Córdoba, en la taberna más taurina de mi tierra, y donde se habló de su exquisitez en el toreo.

Les cuento que va y suena el teléfono, veo que larga distancia. «Maestro, soy Ramón Arcusa, del Dúo Dinámico. ¡Qué recuerdos se me vienen a la cabeza! «Bueno, que estoy escribiendo un libro sobre todo lo que he vivido, y cantado, y en el que hay mucho, claro, de Julio Iglesias, sobre todo de cuando usted escribía sus memorias. Y quería pedirle, por favor, que para mí sería un honor, el copiarle, dos o tres paginas». «No sigas, don Ramón. El honor es mío, sin duda. Haz lo que quieras, que mejorarás lo ya hecho. Por cierto, que quiero decirte que tienes, tenéis, una gran actualidad todavía. ¿Sabes cuál es la canción de los agricultores españoles que se han echado a la calle, estos días?». «Usted me dirá maestro». «Pues vuestra canción inolvidable, aquella que se llamaba Resistiré». La verdad sea dicha cordobeses y con todos los honores, y todos los amores también. Y Cayetano, de nuevo, e hijo de Cayetana, que ha tomado una determinación «Vuelvo al campo definitivamente, a mi finca de Sevilla. Lo demás se queda atrás, y de paso, si me preguntas, ¿cómo no voy a querer ser presidente de la Federación Hípica Española, si el caballo es lo que ha sido mi profesión, mi vocación y es lo que mas quiero en el mundo? Sin olvidar este dato, su título, del Carpio, del que se encuentra tan orgulloso. Y aprovecho para decir que cuando un caballo «ca-ra-co-le a», hasta el sol le lleva el compás.

Un amigo de Jerez me avisa de que le han dicho que va a bailar en su ciudad Mercedes de Córdoba el espectáculo Ser.

Y leo a Ladis, siempre atento al mundo del toro y de su tierra, que cuenta que se nos fue el viejo torero, el maestro Palmeño, a los ochenta y un años. Montera de papel en mano, le despido maestro.

Y el miércoles que viene ahí que estaré para recoger esa medalla de oro del Real Círculo de la Amistad, que junto a otros más grandes de Córdoba me harán entrega. Día importante para mi viejo corazón herido. Trataré de caracolear con el potro vivo aún de la palabra, otro lazo más que me ata de forma decisiva a Córdoba y los cordobeses, los de la ciudad y sus pueblos.

Por cierto, Rocío Jurado, de la que ahora se vuelve a hablar tanto, me confesó un día «los mejores caracoles del mundo son de Córdoba, y donde mejor los hacen. Mi marido, Ortega Cano, me los tiene que traer siempre que vaya a Córdoba».