El diseñador Adolfo Domínguez es también el escritor Adolfo Domínguez. Y no solo por los escritos y diarios que ha cultivado toda la vida en el ámbito privado. En 1992 publicó una novela, Juan Griego, que ha retomado, reescrito y ampliado, y que ha visto la luz a través de la editorial Defausta. El autor, de gira, recala hoy en Córdoba, en la Librería Luque (20.00), para presentarla a sus lectores.

-Acercarse a usted como escritor requiere una revisión de los tópicos. ¿Un diseñador que escribe? ¿Un escritor que aflora?

-El ser humano es imprevisible, somos complejos. Cervantes era un soldado, y también Garcilaso. Pocos pueden vivir de la escritura. La mayoría vive de otra cosa, y escribe en los ratos libres. No dependo de esto y por tanto le he dedicado mucho tiempo.

-Ha hecho usted un novelón de 700 páginas, una ‘novela río’ y de un tema muy complicado, duro.

-Mis referentes son El Quijote, Guerra y Paz, La Cartuja de Parma, Skakespeare… La mía es una novela de ideas, pero para que sea ágil y atraiga al lector necesita mucho diálogo y anécdotas.

-¿Por qué Argentina? ¿Por qué optar por esa realidad de militares, paraísos fiscales, el narco, la tortura...?

-No hay que olvidar que España tuvo una guerra civil y a continuación hubo una nueva guerra europea. Estos acontecimientos suceden cada pocas generaciones porque las generaciones se olvidan. Me interesaba Buenos Aires porque es muy cercano a los gallegos y yo tenía familia, pero sobre todo porque un fenómeno de declive tan rápido no es usual. Pasó de tener en los 70 una renta per cápita de las mayores del mundo a, 30 años después, estar entre las más bajas. Y de ese bucle no ha salido. Me pregunto el por qué, qué errores cometieron para precipitarse en esa decadencia. Cogí Buenos Aires, pero podría estar describiendo otros sitios de cultura latina. Creo que las novelas son interesantes cuando pasan cosas interesantes. En el fondo toda novela es una trama de amor. Las ideas tienen que encarnarse en personajes vivos y vibrantes. La élite de Buenos Aires, donde transcurre la novela, tiene una sensación de fracaso, aún recuerda una ópera a la altura de la Scala de Milán. ¿Por qué pasó esto? Además, Juan Griego es un militar que pasa por todas, desde torturas, combates entre las mismas familias… Todo hace esta novela.

-Su protagonista se va construyendo en lo peor de la dictadura militar y después. ¿Es posible quererlo?

-Sí, creo que lo consigo. Es un personaje complejo, con sus contradicciones, requiere una gran habilidad, pero me han dicho que sí, que lo aman. El mal y el bien están dentro de todos nosotros. Yo defiendo a todos los personajes del libro con fiereza, es un libro mosaico, creo que así se describe mejor el mundo, no me gustan las novelas de pocos personajes.

-Se atreve con una gran mezcla de géneros, la poesía en una novela…

-El Quijote es el mejor libro de todos los tiempos y ahí cabe todo, te lo encuentras todo, le lo crees y te seduce. O Pedro Páramo, que es poesía pura. No me estoy comparando, sino acudiendo a mis referentes, que son esos, Shakespeare, Tolstoy, San Juan de la Cruz... Se puede hacer un relato policíaco, de acción, de ideas... Y escribirlo, como está, en verso libre, que no lo hace difícil de leer, porque la primera regla del verso libre es la claridad. Es la única forma de escribir un texto de la densidad del que estoy hablando: el verso ayuda, a partir de un momento es como una balsa que te lleva, tiene su ritmo, como una música.

-Está de gira. ¿Cómo va la relación con sus lectores?

-Ayer estuve en Almería, hoy en Granada, mañana (por hoy), en Córdoba… Y luego voy a México. Supongo que se acercan a mí los lectores a los que les ha gustado, claro. Escribo para una inmensa minoría, no para personas que buscan solo entretenimiento, pues escribo para entender y conocer.

-¿Qué relación tiene usted con Córdoba, aparte de su firma de moda?

-He estado en Córdoba muchas veces, y siempre voy a la Mezquita y paso largo ratos, pues, junto con la Alhambra, es lo mejor de España. Junto a ellas, Santa Sofía, el Machu Pichu y el parlamento de Dakar me parecen los top-ten de la arquitectura.

-Le han concedido el Premio Nacional de Diseño de Moda. ¿Aparca esa actividad para dedicarse a la literaria?

-Del todo no la aparco, soy presidente del consejo y sigo presente en el producto, pero la empresa la llevan mis tres hijas, de lo que estoy muy contento. Mis últimos años han estado en torno a Juan Griego, y sigo en ello.

-¿Tiene en mente algún otro libro?

-Tema tengo, pero si no hago algo tan bueno como Juan Griego no lo publicaré.