La científica Guadalupe Sabio, quien trabaja en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares desde el 2011, asegura que a día de hoy no hay píldoras milagro contra la obesidad y las personas que son obesas «juegan a la ruleta rusa». Y lo hacen porque, tarde o temprano, van a padecer una de las enfermedades asociadas a la obesidad: diabetes, cáncer o fallo cardíaco, relata Sabio en una entrevista con Efe, en la que insiste que «el mejor antídoto» contra el sobrepeso y la obesidad -dos conceptos distintos- es el ejercicio habitual y regular la dieta.

-Estudió veterinaria, ¿cómo termina una veterinaria en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC)?

-Me daba miedo ser médica, no me veía tomando decisiones y decidí estudiar -en la Universidad de Extremadura- a los animales. Pero me di cuenta que lo que realmente me gustaba era entender la enfermedad y entré en un laboratorio. Ahora investigo para tratar de entender por qué aparecen enfermedades asociadas a la obesidad, una de las causas de muerte de la sociedad de este siglo.

-¿Cuántas enfermedades vinculadas a la obesidad existen?

-Muchas, más de las que nos damos cuenta. Diabetes, dolores de espalda, enfermedades cardiovasculares, pero hay otras más escondidas, como el cáncer hepático, de vesícula biliar o mama.

-¿Hay tipos de obesidad?

-Existen tipos de obesidad, al igual que distintos tipos de personas, y muchas no son conscientes del peligro de esta enfermedad.

-¿Hay obesos sanos?

-Científicamente puedes tener sobrepeso y estar sano, pero una persona que está obesa es muy difícil que esté sana porque ese exceso de grasa que se ve en el michelín se acumula además en otros tejidos, como el hígado. Estás jugando a la ruleta rusa, a ver cuando te toca, pero te va a tocar en algún momento.

-¿Dónde está el límite del sobrepeso y comienza la obesidad?

-Uno empieza a tener sobrepeso cuando hay cinco kilos por encima de lo que el médico recomienda. Si sobrepasas los 20 kilos estás obeso. Hay que empezar a cuidarse antes porque el cuerpo se adapta a tenerlo y entonces nos pide un poquito más, y lo que comemos lo acumulamos mejor. Se sabe que las dietas abruptas son malas precisamente por esto. Cuando llevas un tiempo con un peso, el organismo se adapta al mismo y si se pierde rápidamente, cuando se vuelve a comer normal, el cuerpo va a tratar de recuperarlo. Y eso ocurre porque cambia cómo utiliza lo que comemos; nos volvemos energéticamente mejores.

-¿La obesidad cuánto tiene de ‘mala vida’ y cuánto de genética?

-Hay una parte de genética incontrolable que todavía es muy desconocida y hay una parte que está en la cabeza; el cerebro es lo que menos entendemos. ¿Por qué una persona tiene más hambre que otra o por qué una puede parar y para otra es muy necesario llenarse? Eso nos lo dice la genética y nuestro cerebro. Hay gente que casi todo lo que come lo guarda para sí, por lo que engorda más y eso tiene un componente genético. No se trata de un gen mutado, sino más bien de una combinación de variaciones genéticas.

-¿En qué se centra la investigación en este campo?

-Uno de los objetivos de estudio es el tejido adiposo o tejido graso, porque este es uno de los que más se va a remodelar en la obesidad. Este tejido se divide en dos, uno adiposo blanco que almacena calorías extra y otro pardo o marrón, un tipo de grasa buena que las quema para generar calor. Hemos visto que si manipulamos esta última podemos aumentar nuestro gasto energético y eliminar parte de lo que comemos en forma de calor.