El periodista Raúl Solís (Mérida, 1982) presentará mañana a las 19.30 horas en el centro social Rey Heredia su libro La doble transición, una obra en la que rescata el relato de las mujeres transexuales que durante el franquismo lucharon por la democracia.

-¿Cómo nació este libro?

-Surgió para reivindicar a este colectivo de mujeres, que fue vanguardia y lideró las manifestaciones por los derechos sexuales en España, pero ha sido excluido cuando el movimiento Lgtbi ha narrado su épica. Han olvidado que quienes estaban en primera fila eran ellas. De los 5.000 presos que hubo en las cárceles franquistas por homosexualidad, el 80% eran mujeres transexuales. El franquismo no distinguía entre orientación sexual e identidad de género y los gays se podían esconder, pero ellas siempre fueron visibles. También se las obvia en el relato de la Transición y en el de memoria histórica, nunca se reivindica a las personas que estuvieran presas por su identidad de género.

-¿Quiere lanzar un mensaje al colectivo Lgtbi con este libro?

-Sobre todo a los gays, me gustaría que recuperasen la memoria y no olvidaran que los derechos que tenemos no se lograron en grandes almacenes eligiendo entre un jersey azul y uno rosa sino con gente muy valiente y muy coherente que luchó por la democracia.

-¿Cree que se ha banalizado la lucha de gays, lesbianas y transexuales?

-Se ha convertido en un anuncio comercial y las marchas del orgullo, en un carnaval, donde importa la capacidad de consumo, no los derechos. Se está intentando invisibilizar la situación de desigualdad al obviar, por ejemplo, que hay muchos gays y lesbianas que no pueden ejercer su derecho a la adopción, conseguido en el 2005, por la situación de crisis. Si solicitas ser padre adoptivo y tienes bajo salario, no puedes. Muchos derechos no se cumplen por la situación de empobrecimiento general. Todos no somos poderosos y ricos aunque a veces se dé esa imagen.

-¿Cómo se ha llegado a eso?

-Mucha gente joven no sabe lo que ha ocurrido, han nacido y vivido su despertar sexual con leyes ya aprobadas. Eso es un síntoma de normalidad y de triunfo, pero hay cada vez más gays que defienden posturas conservadoras, xenófobas, reaccionarias, como que en nombre de la igualdad Lgtbi las mujeres vendan sus úteros para que ellos puedan comprar niños rubios de ojos azules, está triunfando la insolidaridad. Tengo dinero y lo compro.

-¿Cómo fue el proceso para seleccionar a las protagonistas del libro?

-La presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía, Mar Cambrollé, con 60 años, organizó con otros compañeros la primera manifestación en Andalucía (el 25 de junio de 1978 en Sevilla), de ahí surgió el movimiento homosexual de acción revolucionaria que fue clave para el proceso de despenalización de la homosexualidad y su reflejo en el Código Civil en 1979. Las personas homosexuales salieron entonces de las cárceles, dos años después de los presos políticos. Esta mujer es una historia viva del movimiento Lgtbi español, ella me ha orientado.

-¿Ha podido localizar a muchas?

-A ocho, la mayoría han muerto porque la esperanza de vida que tenían era muy baja, sufrieron un apartheid laboral y muchas acabaron en la prostitución, la droga, el VIH fue un genocidio entre ellas... De las que viven, la mayoría viven en la exclusión social, en apartamentos de 30 metros, con 400 euros. Se les ve en la cara, nada envejece más que la pobreza.

-¿Qué fue lo más duro para ellas?

-La exclusión familiar. A los obreros, los negros, al resto de detenidos en el franquismo los querían en casa, a ellas no, las echaban de sus hogares, se las humillaba en la calle. Todo ello en una sociedad hipócrita donde los mismos que la repudiaban, gente de élite, iban luego a buscar sus servicios.

-¿Con qué se defendieron?

-El humor fue una especie de maquillaje que les permitió pasar por encima del dolor sin despertarlo, han tenido vidas llenas de desgarro, de miedo, pero fueron muy divertidas e irreverentes, se burlaron del franquismo. Además, usaron símbolos de la cultura popular andaluza para subvertir las normas morales del franquismo. Sus herramientas de libertad eran la peineta, el carmín, los tacones, la copla, la imagen de las folclóricas, usaron su feminidad como algo revolucionario.