-Siempre nos hemos quejado de que los niños vienen al mundo sin manual de instrucciones, pero poco a poco lo está escribiendo usted. ¿Por qué le ha interesado hurgar en la educación?

-Me parece tan fácil ser feliz, y lo complicamos tanto, que creo que hay que ir a la práctica. Mi padre siempre me enseñó que las mejores teorías tenían que ser muy prácticas. Todos mis libros, que siempre están relacionados con la felicidad y la educación, en el fondo, tratan de por dónde empezar para tener éxito en algo importante que todo el mundo desea y que no consigue.

-¿Van las cosas a peor desde que empezó a escribir sobre estos temas?

--En algunos casos, se van distanciando del objetivo, pero la sensibilidad y la necesidad de aprender ahora es mucho mayor. Uno es más consciente de que va a aprender a ser padre y de que las cosas van mal. De forma que sí se dan las circunstancias de poder cambiar y acertar mucho más que antes, cuando no habíamos comprobado las consecuencias, por ejemplo, de una sobreprotección u otros males que se extendían en el mundo educativo, y ahora sí se es consciente de que los peligros son mayores.

-Después de ahondar en otros aspectos, en este libro trata la autoestima. ¿Es tan decisiva?

-Mucho. Es lo que hay detrás de los hábitos que queremos conseguir en nuestro hijo. De estudiar eficazmente, de comer bien, de tener seguridad a la hora de utilizar las nuevas tecnologías, de ser dialogante, tolerante. Todo esto tiene que ver con la autoestima, así como la violencia doméstica y escolar, la corrupción o la adicción digital de los niños. Muchas veces nos preguntamos dónde está la raíz de tanta violencia y corrupción, y la respuesta es una baja autoestima, generalizada e individual.

-¿Cómo sabe un padre si su hijo tiene baja autoestima?

--Podemos averiguarlo en diez segundos. Si le preguntas a un hijo cinco cosas buenas que tenga su forma de ser y tarda más de diez segundos en decirlas, es que tiene baja autoestima, porque no conoce el valor que tiene su vida, y también se puede aplicar a los adultos.

-¿Qué se debe hacer en ese caso?

--Este libro incluye tres capítulos de resumen. Uno de ellos se titula 41 acciones que hacer para subir la autoestima de un hijo y otro habla de las cinco cosas por donde empezar para conseguirlo. En esas cinco cosas figura que hay que escucharle más que hablarle, ser más positivo que negativo a lo largo de un día, ya que los padres somos negativos y muy exigentes, lo que transmite mucha inseguridad y baja autoestima. Exigir a un niño es demostrarle cariño, y él lo sabe. El niño exigido sabe que es valioso, mientras que los que no se sienten queridos relatan casos de indiferencia. Una madre pesada es el antídoto contra la baja autoestima del niño. Recomiendo buscar 35 puntos fuertes de nuestro hijo y decirle dónde los hemos visto, que es importante que lo haga siempre y que nos encanta que sea así.

-Si se le dice a un niño ‘Hijo, tú vales mucho’, ¿no se corre el riesgo que se venga arriba y sea peor?

--La autoestima, como el cariño, nunca hace daño, siempre que sea referido a la verdad, a la realidad. No digamos a un niño que pinta mal que su dibujo es fantástico. Tenemos que exigir y ser amables cuando exigimos, no hay límite en la amabilidad.

-Hace 20 años una pensadora decía que no sabemos ser hijos cuando nos toca ser padres. ¿Estan ahora los padres más preparados?

-Están peor porque tiene menos referencias, tienen que aprender más, y están más solos.

-¿Cuáles son los cimientos de una buena autoestima para un niño?

-Saber que el concepto que tiene su padre de él es bueno.