-Escribe usted de Córdoba y el cobre, supongo, porque es una parte fundamentalísima de su vida ¿no?

--Pues sí. Toda mi vida profesional ha estado ligada a la Electromecánicas. Y no solo mi vida profesional, sino que también mi niñez y mi juventud, como vecino del barrio de la Electromecánicas, porque mi padre fue también trabajador de la Electromecánicas desde 1940 y hasta que se jubiló.

-¿Qué van a encontrar los lectores?

--En este libro se narran los cien años de historia de la Electromecánicas y de sus herederos. Porque la Electromecánicas desaparece como tal en 1978, cuando se funda Ibercobre.

-¿Qué historias se tratan?

--Pues primero por qué se decide montar una empresa como ésta en Córdoba o las primeras dificultades que se encuentra para encontrar personal profesionalmente adecuado para producir cobre. Luego se habla también de la relación que tuvo la empresa con los barrios; de las personas y los conflictos sindicales y otros conflictos importantes que se han vivido a lo largo de los 100 años de vida. Y del equipo de fútbol, porque Electromecánicas tuvo un equipo en tercera división; de los políticos que ha dado, como Marcelino Ferreno o Leonardo Rodríguez; sindicalistas, como Francisco Ferrero. Y también se habla un poco de la ABB, que se puede decir que es el hijo mayor de la Electromecánicas.

-Córdoba le debe mucho al sector al sector del cobre ¿no?

--Claro. Todavía hoy en día, en el 2017, el producto más exportado de la provincia es el cobre. Después de haber cerrado tres empresas importantes y haber pasado un montón de crisis con las que el personal ha disminuido casi una décima parte respecto a los que trabajaban en los años 60.

-No me refería solo a la parte económica, sino también a la social.

--Hubo un momento, entre los años 50 y 60 en los que Electromecánicas tenía en su plantilla 4.000 personas, más unas 1.000 contratadas. O sea, que no había una familia que de una manera u otra no estuviera relacionada con la Electromecánicas. Así que en una empresa de ese tamaño es lógico que los movimientos políticos y sindicales nacieran allí. Entre Cenemesa y Secem, prácticamente, se crea Comisiones Obreras. Hay muchísimos sindicalistas que han salido de allí.

-¿Qué ha pesado más en este trabajo suyo a la hora de hacerlo, la faceta de escritor o de extrabajador?

--Yo creo que ha sido más la faceta de trabajador. Porque en casi la mitad del libro lo que cuento son mis propias experiencias, del resto me he tenido que documentar.

-¿Cómo surge la idea de este libro?

--Pues... Yo pasaba un mal momento, estaba parado y mi padre me cuenta una anécdota de los años 40, de cuando él entra. Me dice que el director, Benito de Arana, como la empresa había sido militarizada, recibe la medalla al mérito militar con distintivo blanco y se la entregan en el ayuntamiento con la banda municipal. Entonces, todos sus empleados salen desde la fábrica andando con sus ingenieros y encargados delante, como un desfile, y todos tuvieron que pasar delante del ayuntamiento y luego acabaron en el Círculo de la Amistad tomando una copa. Claro, año 1940, una copa, una cerveza, un poquito de jamón , un poquito de queso... Así que cuando entró Benito Arana, todos lo recibieron al grito de «viva don Benito, viva don Benito». Y esa historia me hizo animarme.

-¿Es un libro nostálgico o un libro documental?

--Hombre, hay anécdotas, pero no creo que sea nostálgico. Lo que se pretende es que la persona que ha vivido o está relacionada con esos barrios o que ha trabajado allí conozca un poco la historia, desde el momento que empieza y hasta ahora. Yo he intentado evitar muchos números y muchas cifras, porque lo que he intentado es contar la historia, relacionada también con el hecho político que en ese momento se estaba desarrollando. No se cuenta la historia de Córdoba, sino que se dan algunas reseñas del momento que vivía la ciudad.