<b>-Escribir este libro le ayudó a superar el fallecimiento de su padre.</b>

-Sí. Sin duda. El libro lo escribí para intentar entender todos los sentimientos que a uno se le acumulan durante el duelo.

<b>-Pero la muerte de su padre es solo el punto de partida. Usted cuenta cómo muchos mitos de la música resuelven también sus problemas.</b>

-Exacto. La muerte es la casilla de salida para llegar a algún lado. Es como Odiseo que, después de la guerra de Troya, lo que hace es volver a Ítaca para encontrar a su mujer. Pues yo, también. El libro es un punto de partida para llegar a un final, que es el final del libro, que es ese volver a casa.

<b>-La música es el hilo conductor de su libro, pero también la memoria y la vida, tal como reza el subtítulo.</b>

-Al final, lo único que es la música es vida. Lo más interesante de los músicos es siempre su vida. A mí me interesa la música, no por la música en sí, sino por la persona que hizo la música.

<b>-Dice usted: «La música no es una cosa para escuchar, sino que es ella la que te escucha a ti».</b>

-Exactamente. Cuando estás triste, llegas a casa y te pones música triste. ¿Por qué? Porque necesitas que alguien te escuche. Necesitas un amigo que te escuche, y el mejor amigo que nunca podrás tener es la música. Así que la música siempre suena exactamente como tú quieres que suene, porque es la única que te habla.

<b>-De barítono profesional a divulgador musical de primer orden. ¿Por qué abandonó?</b>

-Porque no conseguía cantar como yo quería cantar. Y me di cuenta que eso no podía ser. Y entonces decidí dejarlo. Y una cosa me llevó a otra.

<b>-En su libro asistimos al ocaso de María Callas o al nacimiento de la Sinfonía Fantástica de Berlioz. </b>

-Podía haber elegidos otros. Pero al final son personajes que van siempre conmigo de alguna manera, que forman parte de mi imaginario colectivo.

<b>-Le cuesta verse en televisión. Lo detesta. Pese al éxito que le debe.</b>

-No reniego de nada. Pero si hay una cosa que me gusta más que ninguna otra es escribir.

<b>-En la ópera ha encontrado respuestas cuando se encontraba perdido.</b>

-La ópera es la vida. El teatro es la vida. En realidad, ir al teatro o a la ópera no es ir la ópera, es ir a verse a uno mismo. Porque eso es lo que es el teatro. Es una pared en la que encima del escenario hay personajes arquetípicos que somos todos nosotros. Así que, cuando vas al teatro, cuando vas a la ópera, lo que vas es a verte a ti mismo, a entenderte a ti mismo.

<b>-‘Si Beethoven pudiera escucharme’. Escribió ese título a sabiendas de que al final de su vida era sordo.</b>

-(Ríe). Precisamente por eso. Si Beethoven pudiera escucharme, le diría que él es mi héroe, que él es mi inspiración, que si soy como soy es gracias a él, y que ojalá algún día pudiera tener la pureza de espíritu que él llegó a tener.

<b>-La ópera siempre fue un género de élite. Según usted, eso pertenece a un pasado rancio que ya no existe.</b>

-La ópera no tiene nada que ver con los prejuicios que tiene la gente sobre ella. La gente piensa que es larga, que es aburrida, que la van a cantar en un idioma que no voy a entender, y además va a haber una señora de 300 kilos encima chillando, que no voy a entender nada. La ópera no tiene nada que ver con eso.

<b>-Dígame por qué todavía no se ha inventado la ópera que dure lo que un entremés.</b>

-Bueno, sí las hay. Pero eso forma parte de los prejuicios. Si vas a ver Pagliacci de Leoncavalho, es una ópera que dura menos que una película. O si vas a ver Goyescas de Granados, es una ópera que dura menos que una película. Haberlas, haylas.

<b>-¿Qué tiene Sevilla para atraer como escenario de tantas óperas?</b>

-Muchas de las óperas que llegan a Sevilla es por descarte. Pero al final lo que queda es El barbero de Sevilla.