Son 290 los cordobeses que acompañan en Polonia a la delegación diocesana de juventud de Córdoba en estos días de exaltación de la fe. A este grupo, que comenzó su viaje el pasado 20 de julio, se le une una gran cantidad de jóvenes cordobeses, hasta rozar el millar, que quieren vivir sus creencias en unas jornadas donde «hay un idioma que todos entendemos, el idioma de la fe en Dios», cuenta el seminarista Pedro del Pino, que acompaña a los grupos de la delegación diocesana.

La ayuda desinteresada que aportan peregrinos como Lucía Martínez, Pedro Grande o Ana Méndez, voluntarios cordobeses del grupo de la Universidad Complutense de Madrid, es un papel importante en esta JMJ. En este viaje de convivencia entre creyentes, «la fe se vive mucho mejor si es compartida», según Pedro. «Lo que más me ha impactado es, en la misa de inauguración de la JMJ, cómo tantísimas personas, de culturas tan diferentes y de tantos países, se daban la paz abrazados entre banderas, sin importarles nada más», añade la voluntaria Lucía Martínez.

Pero los grupos cordobeses no están solos, con ellos se encuentra Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, que define a estos peregrinos como unos «jóvenes que viven profundamente su fe en Cristo y que tienen una experiencia profunda de Iglesia como Iglesia joven». En su papel como apoyo a los asistentes cordobeses, el obispo no duda en explicar que «la JMJ no es solo una fotografía. Tenemos que caminar, pasar calor y hambre, a veces. Hay muchas dificultades y yo las comparto con ellos para animarles. Es como una parábola de la vida, no todos los caminos son fáciles».

Muchos de ellos viven esta experiencia por primera vez, como Marina Mora, que no se cuestionó en ningún momento el asistir a la JMJ de Polonia cuando se lo propusieron, «era la oportunidad de conocerme más a mí misma, al Señor en los demás y aumentar mi fe». Según Fran Oteros, de 21 años, «hay muchos más peregrinos de los que te esperas. Estoy desarrollando mi fe mucho más de lo que esperaba en un principio. El ambiente es increíble».

Jesús María de la Torre, voluntario de la delegación diocesana de juventud de Córdoba, está viviendo esta JMJ como algo enriquecedor, «ver como te tratan personas de tan diferentes culturas te abre la mente y te hace cambiar en el plano psicológico» y también en el espiritual, «es un encuentro directo con Dios».

Pero no solo son jóvenes los que están viviendo esta experiencia. Hay casos como el de InmaculadaRuiz y Francis Murillo, un matrimonio de Puente Genil que está acompañando a su hijo, voluntario en la JMJ, y a su hija de 12 años, en un encuentro de culturas y creencia. «Solo hay que tener un factor común, la fe en Jesucristo y en la Iglesia».