Es la noticia, aunque las hay mayores, mayores noticias digo, y menores también. Pero para desengrasar los cuerpos, nada mejor que la tele. Y en la tele, entre otros 100.000, estos dos nombres que caricaturizo.

El cigarro, ya lo saben. Mi amigo Alelandro Lecquio, al que llaman Alejandro la grande, ellas saben el porqué. Y entre otras, que son varias, no me atrevo a decir que muchas, Olvido, que no olvida, de apellido Hormigos. Aquella que creía que el hormigón armado era otra cosa y no lo que es, material de edificación. Bueno, pues los dos para iniciar El perol de esta semana caliente, pero caliente. ¿Qué voy a decir a los cordobeses? Somos noticia siempre por lo de las temperaturas.

¡Lo que estamos pasando! Menos mal que hay historias que refrescan y no son de política, precisamente.

Me llama, y me regaña, el profesor, mi maestro, Cuenca Toribio, que me recuerda que debo tener listo, pero ya, el discurso que habré de dar en Sevilla, cuando me hagan académico de Historia de Andalucía. Le he dicho que se llamará El contador de historias, claro. A ver si tengo tiempo, pero ya. Y eso que he tenido un breve pero grave percance. Me caí en la estación de Atocha, en las escaleras mecánicas, porque una japonesa iba con un maletón grandísimo, como si fuera a quedarse en Córdoba, y se paró al final, y como una hilera de fichas del dominó, nos fuimos al suelo los viajeros. He dicho por ahí que me di un golpe tan fuerte en la pelota, léase cabeza, que unos obreros que había trabajando cerca se creyeron que era la una, de cómo sonó el trastazo, y se fueron a almorzar con la fiambrera, que, por cierto, es un título de premio cordobés que me gusta mucho, porque yo la uso, mucho, y de las de metal, no de plástico, porque guardan muy bien las noticias de un día para otro, como este perol, que, eso sí, caliento en las mañanas anteriores, «cuando calienta el sol, que más que calentar, quema…»

Córdoba mía, que me he traído el otro día de tu mapa una palmera, que es un árbol que me gusta tanto como el olivo, un poco menos que el olivo, como la encina del verso de la dehesa que canta tan bien mi amigo el poeta Alejandro. Y para el final, el granado, porque de Granada soy. Cuánta memoria del árbol.

Muchas fotos estos días con el soldado del mono blanco muerto en la cercana geografía, ya saben a lo que me refiero. Córdoba llena de historias del treinta y seis, de hace ochenta años. Mejor es olvidarlo, si bien no del todo, cordobeses, que la historia se repite...

Y mientras tanto, ¡qué hermoso ese último quejío del escultor Teno, tan nuestrísimo, que ya adorna el Museo Taurino de Córdoba. Su hija Pilar multiplica como puede el mensaje eterno del artista de las Minas del Soldao.

Debo contarles que la esposa de Finito, esa bella criatura llamada Arancha del Sol, ya saben, ha sido nombrada como primera dama española que quiere pelear por la fiesta taurina, que tanto está siendo despreciada, aunque ya menos, menos mal, quiero decir.

Julio Benítez ha dicho: «No tengo inconveniente alguno en torear con Manuel... Lo dos somos toreros, y a mucha honra». Sería una buena idea, una gran historia para Córdoba, aunque no la necesites para ser lo que eres, la capital de la cultura española, sin duda y más de lo que otros y otras presumen… Por cierto, ¿dónde he leído que a lo mejor, o mejor dicho, a lo peor, Rafa Nadal --que tanto quiere a Córdoba, y lo dice--, no vaya a ser el abanderado de la española en Brasil?

Y en Brasil, que no lo quiero olvidar, jugué al futbol un lejano día con Pelé, el futbolista, emperador del balón, eso sí, en Copacabana, también inolvidable, con aquellas garotas en bikini, cuando no existía el bikini, con o rei Pelé, que me decía:

-- Jugábamos con pelotas de trapo, aquí estuvo mi primer estadio…

Pelé se ha casado, a los setenta y cinco, cuando el amor reverdece --¿verdad, mi Julio Merino?--, con una hermosa brasileño-japonesa que es gloria bendita, les digo, veinticinco años menor…

Hablé en conversación telefónica con el alcalde de Villaharta. Me preocupó el incendio cercano, que remataron, gracias a Dios y a los bomberos, bien pronto. Y es que en Villaharta tengo que hablar en unos días, a ver qué les cuento, que me dice un amigo de paso que hay «expectación». Vale, que no crean que estoy en la línea de Bertín Osborne. Eso sí, les aseguro que estoy deseando hacerlo, y de paso a ver si puedo tomar sus aguas, que curan el cuerpo y sanan el alma. Igual me quedo, que falta que me hace.

Y termino, que ya estoy largo. A ver si se ponen de acuerdo. ¡Con lo fácil que es hacerlo con una buena copa de Montilla-Moriles en medio! H