Francisco Hurtado fue el manijero que mandó la cuadrilla de santeros en elacto que marca el inicio de las Fiestas Aracelitanas

La Virgen de Araceli bajó ayer domingo en procesión desde el real santuario de Aras hasta Lucena, donde permanecerá hasta mediados de junio con motivo de las Fiestas Aracelitanas.

Hacia las tres de la tarde salía la procesión acompañada por centenares de romeros hacia la ciudad. Seis kilómetros de distancia separan este paraje del casco urbano y durante toda la procesión no cesaron los cánticos y vivas a la patrona. El sol acompañó el itinerario y a los santeros, una cuadrilla mandada por Francisco Hurtado, a los que, como es tradicional, echaron una mano los jóvenes para llevar sobre sus hombros, por unos instantes, el paso de la Virgen, cuya imagen venía ataviada con su vestido de romera.

La bajada marca el inicio del ciclo aracelitano y tiene entre sus momentos claves la llegada a la Puerta de la Mina. Allí tuvo lugar el relevo de las aracelitanas y la recepción por parte de las autoridades. Esperaban a la patrona el alcalde, Juan Pérez; el vicepresidente tercero de Diputación, Manuel Gutiérrez, la concejala de Fiestas, María del Mar Morales, y otros miembros de la Corporación municipal, así como el vicario de la Campiña, David Aguilera, el hermano y el vicehermano mayor, Antonio Crespillo y Juan Carlos García, la aracelitana mayor, Araceli Pérez Aguilar, y su corte de damas (Cristina González Zafra, Araceli Rivas Mesa, Carmen Gómez Castro, Araceli González González y María del Carmen Flores Navas). También se encontraban los responsables de los cuerpos de seguridad y otras entidades.

Entre vítores y cánticos, la Virgen de Araceli hacía su entrada por la calle Maquedano, donde está su casa museo, para llegar hasta la plaza del Coso y posteriormente a San Mateo. Una multitud acompañaba a la procesión por las calles lucentinas y abarrotaba el templo que acogerá a María Santísima de Araceli las próximas semanas. La imagen fue colocada en el altar y despedida, como es tradición, con el himno que compuso José María Pemán, cuya letra aprenden los niños de Lucena casi al mismo tiempo que pronuncian sus primeras palabras.