Mi paisano, el ilustre escritor granadino Paco Ayala, una de las maneras de escribir más lúcidas de la Cristiandad, y lo digo en esta tierra vuestra en la que tan bien se escribe, hace ya unos años publicó un libro precioso, preciso, titulado Recuerdos y olvidos .

Espléndido documento de memorias, de las dos cosas que forman parte de la vida. Lo que se dice y lo que no, lo que no se ha ido y lo que se vivió aunque se fue. Me sirven las dos actitudes, fundamentales, para recordar, porque no quiero, no debo olvidar nada de tantas veces, en tantos sitios, en tantos momentos que estuve cerca, bien cerca, de esta Cayetana, duquesa de Alba, que entre sus tantísimos títulos, castillos, hectáreas, no sé qué cosas más, ostentaba uno, no es que era según su nobleza de estirpe, grande de España, es que era grandísima española, que no es lo mismo. Dicho lo cual, y en este momento en que todo el mundo de ella escribe y habla, quiero en esta última página, que tantas veces vio, contarles algunas cosas que de ella sé, que están conmigo, en el tuétano de mi propia sangre. Por lo pronto, que fui el primero en escribir de su vida, su memoria, hasta los cuarenta hermosos años que habitaban un cuerpo espléndido, una personalidad arrolladora, y cordobesa, sí señor, porque no hay que olvidar que su antepasadísimo fue ni más ni menos que el Gran Capitán, el que fue rey sin ser rey, como ella, que si tuviera tiempo les podría decir que, quizá de haber querido, hubiera sido doña Cayetana, Reina de España.

Y a lo que voy. Cuando le preguntaba aquello de "sí, pero tú aunque eres nacida en Madrid, presumes de sevillana". Y me decía, con su pulsera en el fino tobillo siempre moreno de los soles de sus casas: "De andaluza, mejor podríamos decir, pero de no ser sevillana como digo, sería cordobesa y a mucha honra y de lo que me siento muy orgullosa". Le gustaban mucho los caballos cordobeses. Muchísimo. Tanto, que me viene a la memoria aquel día en su casa de Marbella cuando, descalzos en la arena de la playa, le dije: "Me gustaría que me dijeras, por favor, si después de esta vida hubieras de reencarnarte, en qué te gustaría hacerlo". Rotunda, respondió: "En un caballo".

Le corregí: "Cayetana, más bien me dirías que en una yegua". Sonrió, me miró desde sus ojos de uva y dijo: "Hombre, claro, en una yegua, pero en una yegua cordobesa". Y también me dijo: "Ningún sitio para pintar como mi estudio de El Carpio, ¡ese color de la Córdoba del campo es inolvidable¡"

Cierto. Le mando un abrazo al Pele, que le han hecho, ni más ni menos, que Caballero del Salmorejo. Vale. Lo merece. Menos mal que esta Nochevieja nos dará las uvas una de las más hermosas mujeres de nuestra tierra, Eva, la de las tardes de Canal Sur Televisión. Noticia dulce, como la de nuestro pastel cordobés, único en el mundo. Mejor sin jamón, aunque con jamón... Pero este año, con la duquesa en otro sitio y la Pantoja en la cárcel, es otra la historia.