Del verbo silbar. Porque es lo que yo digo, vamos a ver, si poder podemos. Pues del verbo silbar, silbemos. O sea. Ha sido el verbo de la semana, el de más moda, el de más in. Porque ustedes ya habrán llorado, sobre todo los de mi quinta, los que como yo hicieron la mili con lanza, con la muerte de Lauren Bacall; que fea la palabra muerte, aunque sea una consecuencia ineludible de la vida, el hecho es que hemos llorado más de uno. Sobre todo yo, de los que conozco, porque la tuve cerca, muy cerca, en España, a menos de un metro de distancia, cuando vino a vivir unos días amargos con el que fue su segundo esposo, aquel Jason Robarts, enorme actor que sucedió a su matrimonio con Humphrey Bogart, del que todo el mundo habla estos días, y que fue el que enseñó a silbar, sí, a silbar, a Lauren. Vamos a ver, con la autoridad que da el haberla tenido tan cerca, les diré que tenía unos ojos gatunos, felinos, impresionantes, una voz ronca, del teatro. Por cierto, una mirada parecida a la de Carmen del Lirio, que se nos acaba de ir, del todo, hace unos días, y a la que también tuve el gusto de conocer personalmente. Casi boca a boca. Nos vamos llenando del adiós de las diosas, y bien que lo siento. Nos vamos llenando del vacío de las leyendas. Por eso, aquí su recuerdo. Bueno, pues cuando hablaba con Lauren, que había venido a Madrid a pasar unos días con su segundo esposo, del que nadie habla, y que acababa de caerse del segundo piso del hotel de Guadix donde rodaba una película sobre los trenes de tiempo de la revolución mexicana, bueno, pues hablé con ella y la publiqué, ahora mismo no sé dónde de tanto como uno ha escrito a lo largo de su vida, que ahora solo lo hago en El Perol , y poco más. Para empezar le dije, creyendo que era original, recordando lo que Humphrey le dice en aquella película en hermoso blanco y negro: "Y si quieres algo de mí, no tienes más que silbarme". Más o menos. "¿Y cómo es eso de silbar amor?" Pues bien fácil. Juntas los labios y soplas de dentro afuera.

Bueno, pues ella no unió los largos y finos labios, pero yo sí que lo hice, que no en vano me había enseñado a silbar aquel medio paisano nuestro, el que grabó El bueno, el feo y el malo . Y que era el rey del silbido. Como acabo de hacerlo, porque aún me queda fuelle, al ver lo bellísima que sigue nuestra Paloma Cuevas, a la que por cierto felicito con motivo de su día, que fue el quince. Más les digo, Paloma acaba de asegurar: "Me gustaría mucho que Enrique Ponce se cortara la coleta. O sea, se retirara del toro. Y El Pele va y dice en el Corral del Carbón de Granada, donde sabe la gente muy bien lo que escucha, aquello de "les confieso que me siento mejor que nunca, por eso estoy cantando como nunca".

Pero el vencedor, sin género de dudas, Raphael, el niño de Linares, que a pesar de los setenta, o quizá por eso, por los setenta, acaba de cantar para la gente joven, y ha triunfado en toda la regla. La solera del sur. Sin género de dudas.